Llevo usando WhatsApp casi dos
años y jamás he pagado ni un euro por ello. Siempre me avisan de que, en la
próxima renovación del servicio, tendré que abonar no sé cuántos centavos de
dólar por un año más de uso. Minucias, es verdad. El caso es que, cuando llega el
momento, vuelven a renovármelo sin cargo alguno. He de reconocer que, cuando lo
instalé por primera vez pensé ¿dónde está el truco? Es posible que la culpa de
que yo sea tan mal pensado resida en el abuso habitual al que nos tienen
acostumbrados algunas compañías de suministros. El caso es que si yo no
pago, supongo que otros tampoco. Y como tampoco veo publicidad en WhatsApp, me
pregunto: ¿de dónde saca esta empresa los ingresos para sobrevivir? ¿Hay algún
modelo de negocio detrás de la compañía que ha destruido el millonario negocio
(por llamar de alguna manera a semejante sacacuartos) de los SMS?
Ayer, Facebook, la red que ha
ayudado a convertir la vida privada de la gente en un álbum de cromos (y que
cotiza en el NASDAQ desde hace unos meses), realizó una oferta por WhatsApp de
esas que pueden provocar peligrosas subidas de tensión arterial, poniendo
encima de la mesa la friolera de 16.000 millones de dólares (ver nota de la compañía). Bueno, los puristas podrán decir que 12.000 de esos millones son “papelitos”
(acciones) de Facebook, que se pagarán mediante un intercambio accionarial. De
acuerdo. Los otros 4.000 millones (¡cuatromil!) son billetes verdes con el
retrato de Benjamin Franklin (In God We Trust!). Además, los accionistas de
WhatsApp tendrán un plan de acciones durante cuatro años valorado en otros
3.000 millones. Y todo por una empresa que jamás me ha cobrado un centavo de
dólar en dos años y que no me enseña publicidad. Ahora sí… ¿dónde demonios está
el truco?
¿MANIOBRA DEFENSIVA O EVOLUCIÓN
NATURAL?
WhatsApp ha alcanzado hasta ayer
la impresionante cifra de 450 millones de clientes y suma un millón más cada
día. Toda una empresa global cuyo volumen de mensajes equivale ya a todo el volumen
mundial de SMS que aún siguen cruzándose los despistados que no han sido
evangelizados todavía a la cultura del gratis (por el momento) total. A todo
ello hay que sumar ahora los más de mil millones de usuarios de Facebook (de
acuerdo, restando la intersección entre ambos conjuntos). El caso es que,
haciendo un número rápido, Facebook ha pagado unos 36 dólares por usuario
registrado en WhatsApp. ¿Tiene sentido?
Desde luego, si de hacer números
se trata, es difícil buscar referencias. Desde un punto de vista económico, con
los datos actuales, parece imposible plantear un caso de retorno de la
inversión por el simple hecho de que WhatsApp no dispone de modelo de negocio
alguno. Quizá todos recordemos cuando las telecos nos llegaron a cobrar unos 25
céntimos por SMS enviado, pero tampoco es referencia porque ese mercado está
muerto (lo ha matado WhatsApp) y aunque la propia empresa intentara virar hacia
un modelo similar, de volver a cobrarnos por mensaje enviado, no faltarían
imitadores (ya los hay, con cierto éxito) que volverían a dinamitar el modelo.
La pregunta es evidente: ¿en qué se convertirá ahora WhatsApp y cuál será la
manera elegida por Facebook para extraer el valor de esta inversión?
El tiempo pasa muy rápido en este
nuevo bravo mundo digital, pero podemos recordar un caso muy similar cuando, a
finales de 2006, la todopoderosa Google adquirió una empresa que había
inventado un nuevo modo de intercambiarse vídeos en la red, llamada Youtube,
por la que pagó lo que entonces se consideró una cifra astronómica y difícil de
justificar: 1.650 millones de dólares (apenas un 10% de la oferta de ayer). Como
en el caso de WhatsApp, Youtube carecía de modelo de negocio: ni cobraba por
los vídeos ni enseñaba publicidad. Muchos analistas dudaron entonces de que el
modelo de publicidad contextual que Google explotaba con gran éxito fuera
extrapolable a Youtube. Se equivocaron.
Particularmente creo que Facebook
ha sabido interpretar los indicios de que su red, basada en un tipo de
comunicación no instantánea, está perdiendo frescura y atractivo para nuevos
consumidores a favor de otras soluciones que ofrecen inmediatez e, incluso,
fugacidad, como Twitter o el propio WhatsApp. Es también muy posible que Facebook haya valorado la importancia estratégica de poder disponer de una base de datos que acumula 450 millones de números de teléfono.
A día de hoy, la capitalización de Facebook alcanza los 173.000 millones de dólares. Es decir, que ha pagado un
10% de su valor actual por hacerse con una red con la mitad de usuarios, gran
crecimiento esperado y que cubre muy bien su flanco más débil. Y es que la guerra de este nuevo mundo
digital tiene mucho más que ver (como demostró Google con Youtube) con la
visión de futuro que con lo que las cosas son en este momento.
Mientras tanto, no puedo evitar
fantasear con los whatsapps que se enviarían los fundadores de la aplicación
cuando consiguieron cerrar la operación.