"It is not the answer that enlightens, but the question."
Eugene Ionesco.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El síndrome de Rumpelstiltskin (y otros vicios presupuestarios)

En el tradicional cuento alemán recogido por los Hermanos Grimm, un molinero fanfarrón decide presumir delante del rey afirmando que su hija es tan virtuosa que es capaz de hilar la paja y transformarla en oro. El rey, decidido a escarmentar al molinero mentiroso, manda encerrar a la desdichada joven en una mazmorra con un montón de paja, amenazando con matarla si, al amanecer, no ha conseguido transformar la paja en hilos del precioso metal. La pobre muchacha se pasa media noche llorando, consciente de lo que le espera al despuntar el día, pero como se trata de un cuento de hadas, no puede faltar un hecho prodigioso que cambia radicalmente el destino de la joven: se le aparecerá un duende mágico que acometerá el imposible trabajo a cambio de una repugnante contraprestación: llegado el momento, ella le entregará a su hijo primogénito.

Cuando llega esta época en el que las empresas están dando sus puntadas finales a los presupuestos del año que viene, siempre me ha llamado la atención el estado, escasamente estandarizado y regulado, en el que suele encontrarse este delicado y relevante proceso. En definitiva, el presupuesto es el documento básico para el establecimiento de la mayoría de los objetivos que nutrirán el sistema de dirección y control de la compañía durante el ejercicio.

Como comentábamos el año pasado en otro post, carecer de un presupuesto bien construido no solo es señal de una organización mal dirigida e infradesarrollada sino que es frecuente fuente de equívocos, déficits de control, desigualdades y desmotivación general. Si los objetivos no responden a la realidad, no son alcanzables o se superan inmediatamente, la organización pierde muchos enteros en cuanto a su capacidad para competir, crecer, o retener y motivar al personal clave.


El duende que convertía la paja en oro

Volviendo al cuento infantil con el que empezábamos, sólo el duende mágico es capaz de que se cumpla la absurda promesa del molinero fanfarrón, evitando la ejecución de la doncella. Como en la historia, uno de los vicios más nocivos de la fase presupuestaria, consiste precisamente en realizar previsiones presupuestarias tan alejadas de la realidad que sólo un prodigio podría tornar en realizables.

Bien está ser optimista (cuando hay que serlo) y que el presupuesto contenga una adecuada dosis de audacia, destinada a infundir la energía necesaria para que el esfuerzo colectivo esté bien dirigido hacia metas cada vez más altas. Esta cantidad de valentía, no obstante, debe estar bien argumentada, basada en información contrastable y sólo debe llegar hasta el límite de lo probable. Desde mi punto de vista, la inclusión en los presupuestos de prodigiosos milagros, no es otra cosa que una corruptela de la que siempre hay que sospechar y, desde luego, evitar, pues suele esconder fines poco edificantes.

En el cuento, la joven e inocente molinera se salva gracias a este imposible milagro producido por el duende y acaba casándose con el rey. Cuando da a luz a su primer hijo, el duende maligno se presenta a reclamar su tributo, pues las trampas siempre tienen un peaje. El simbolismo del cuento es realmente magnífico pues, al final, la joven madre puede recuperar a su vástago apostando de nuevo con el duende, en este caso a que es capaz de conocer su nombre secreto (Rumpelstiltskin). Es decir, todo vuelve a ser como debería cuando el conocimiento, la iluminación y la sabiduría, hacen de nuevo acto de presencia para equilibrar lo que la mentira y las artes oscuras habían trastornado.

Toda una reflexión en los tiempos que corren ¿no les parece?

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