"It is not the answer that enlightens, but the question."
Eugene Ionesco.

lunes, 7 de julio de 2014

Gowex: una explicación asombrosa

La pregunta que se hace todo el mundo desde que saltó el escándalo es inmediata: ¿cómo es posible que se haya producido un engaño masivo como el de GOWEX? Que este fraude haya pasado desapercibido durante muchos años a reguladores, analistas, auditores, empleados y, en general, a la comunidad financiera, no deja de ser ciertamente asombroso.

Como en una buena película de tramas financieras a lo Gordon Gekko, el caso GOWEX ha tenido un desenlace sorprendente, de esos en los que nada es lo que parece. Los guionistas cinematográficos lo tendrían fácil con estos ingredientes: una empresa tecnológica de éxito fulgurante, un  emprendedor llamado a convertirse en leyenda en un país necesitado de referencias, un nuevo y moderno mercado de valores alternativos, inversores y analistas internacionales por doquier y unos malvados especuladores que propagan noticias “falsas” para enriquecerse. En definitiva, todos los mimbres para hilar una buena intriga financiera: ambiciones, poder, dinero, traiciones y un inesperado giro final, para dejarnos a todos agarrados a las butacas cuando saltan los títulos de crédito.

Lamentablemente, no se trata de una ficción. Mucha gente ha perdido (y va a perder) mucho dinero en esta estafa: accionistas que verán volatilizarse sus ahorros, trabajadores que se quedarán sin puesto de trabajo y acreedores que nunca cobrarán sus deudas son sólo la punta del iceberg. Porque cuando un fraude como este sucede, pone en jaque a todo el sistema: reguladores que no vigilaron lo suficiente, auditores que certificaron las falsedades, asesores que recomendaron a sus clientes invertir en el valor, organismos que prestaron fondos públicos y concedieron subvenciones que pagaremos los contribuyentes, compañías que verán evaporarse sus expectativas de atraer nuevos inversores por la cuarentena a la que les someterá la comunidad inversora, etc… En definitiva, un ataque al centro del modelo económico capitalista: la confianza.

Y es que el capitalismo funciona así. Usted tiene su dinero en el banco porque cree que, si lo necesita, lo podrá sacar inmediatamente. Es decir, confía en la solvencia del banco depositario aunque no haya realizado ningún análisis financiero de su situación (lo que se conoce como due diligence). Cuando usted deja su dinero en el banco confía en que el regulador del sistema (el Banco de España), las autoridades y los auditores han hecho bien su trabajo.

De la misma manera, cuando un inversor deposita su dinero en un producto determinado (acciones, bonos, etc…), lo hace confiando en una serie de circunstancias. El inversor asume un determinado riesgo y espera ser retribuido con una rentabilidad estimada. En el peor de los casos, si el negocio va mal, perderá su inversión, pero es absolutamente necesario comprender que lo que el inversor asume como riesgo es que el negocio pueda “ir mal”, pero confía en que la información que se le da para tomar su decisión de invertir o no en ese producto sea, cuando menos, cierta. Esa es la premisa fundamental del sistema y si eso falla, no hay manera ninguna de poder adoptar decisiones de inversión. Es como si tuviéramos que andar a ciegas por el borde de un precipicio, sin saber si el siguiente paso será en firme o nos precipitaremos al vacío.

Para los que no lo han seguido de cerca, podemos resumir este caso brévemente: GOWEX es una compañía que ha tenido un crecimiento espectacular de su facturación y resultados en los últimos años. Creada por Jenaro García en 1999, la empresa ha impulsado un negocio basado en explotar una red wifi de acceso público, gratuita o con un coste en apariencia muy interesante para el usuario. En 2010, la compañía salió a cotizar al mercado alternativo bursátil (MAB) y, desde entonces, ha sido la estrella de este segmento destinado a empresas pequeñas y medianas en expansión, llegando a tener una capitalización bursátil de más de 2.000 millones de euros, casi para ingresar en el IBEX 35.

El pasado día 1 de Julio, una desconocida firma de análisis (que no es tal, como luego explicaremos; aquí nada es lo que parece) llamada Gotham City Research, emitió un incendiario informe sobre GOWEX en la que opinaba que el valor de la acción era cero, a la vez que aseguraba que el 90% de los ingresos de la compañía eran inexistentes. Es decir, tachaba a GOWEX de fraude sin ningún matiz.  A pesar de ser unos desconocidos (y esto es muy sorprendente), los de Gotham provocaron un tsunami de ventas que finalizó el pasado jueves 3 de julio con la suspensión de cotización de los títulos de GOWEX tras perder la friolera de un 70% de su valor en sólo dos sesiones. A todo esto, lo más asombroso de todo (para mí especialmente, como profesional de las relaciones con inversores) era la falta casi absoluta de reacción por parte de la compañía para atajar con contundencia las aseveraciones de Gotham. En todos estos días, se ha sucedido la publicación de varios hechos “relevantes” (por llamarlos por su nombre técnico…) donde la compañía se limitaba a decir que todo era falso y que estaba preparando una contestación, mientras inversores, analistas y otros interesados seguían mesándose los cabellos sin comprender el porqué de semejante apatía en la gestión de la información financiera.

Llegados a este punto, y a pesar de que la aparente negligencia de GOWEX no hacía más que incrementar la incertidumbre, la opinión casi generalizada en el mundo financiero era que, si bien la compañía ha sido siempre bastante opaca en sus comunicaciones, todo esto no era más que un ataque de un especulador (Gotham) con el único fin de extraer beneficios del derrumbamiento de los precios de la acción de GOWEX.

Esta opinión estaba basada en el hecho de que Gotham no es realmente una casa de análisis propiedad de un bróker, que no deja de ser un intermediario que aconseja diferentes inversiones a sus clientes con el objetivo de obtener comisiones por gestionar las transacciones que estos realicen pero que, en definitiva, es neutral ante lo que pase pues no es un inversor final. Al contrario, se decía (y es cierto), Gotham es un inversor de posiciones cortas (o shorts, es decir,  que gana cuando los precios bajan) y que intenta influir con sus opiniones haciéndose pasar por un analista neutral. Esto último no es ya tan cierto, pues Gotham aclara su perfil real en su web de manera cristalina, aunque es verdad que es un hecho extraordinario y muy sospechoso, que un inversor con carácter especulativo se “vista” de analista, cuando todo el mundo sabe que sus opiniones son interesadas.

En contra de las opiniones de Gotham se alzaban todas las voces de los analistas “de verdad”, casas de renombre internacional, que recomendaban la compra de los títulos de GOWEX y le asignaban valores millonarios. La pregunta, una vez más, resulta inmediata: ¿cómo es posible que una desconocida firma, asociada a un especulador interesado, tenga más peso en las decisiones de inversión que el conjunto de las mejores casas de análisis, aparentemente neutrales? La respuesta a tan difícil pregunta, que en un primer momento se asoció a la capacidad para sembrar el pánico mediante informaciones falsas por parte de una firma “troll”, ha resultado tener una explicación mucho más inesperada pero enormemente más verosímil (tras la sorprendente confesión de Jenaro García): el mercado sabía que GOWEX era un fraude.

Lo sabía (o lo intuía y estaba dispuesto a obrar en consecuencia, lo que a efectos prácticos, es lo mismo). Sabía que aquella orgía acabaría con la policía llamando a la puerta y tomando los datos a los que quedaran dentro. Pero nadie se quería perder la fiesta y casi todos esperaban a que sonara el primer aldabonazo para salir corriendo por alguna ventana. Y si no ¿por qué creer la sarta de afirmaciones indemostrables que publicaban unos indocumentados contra la opinión general de los analistas, los auditores, el regulador y la propia compañía?

Lo mismo que cuando un ladrón nos roba, el culpable es el maleante y no la víctima, por muy despistada que anduviera por barrios de mala nota, aquí los únicos responsables del fraude son aquellos que han falseado las cuentas y no los que depositaron su confianza en las mismas (por mucho que se olieran la pescadilla y vivieran confortables en la negación). Y sin embargo, que nadie se engañe: cuando esto sucede es el sistema, con todos sus controles y su parafernalia bien retribuida (muy bien retribuida, por cierto), el que ha fracasado. Sin paliativos.

Otra lectura secundaria que podemos hacer es la de la facilidad con la que vivimos confortables con aquello en lo que queremos creer. Y sin embargo, lo sano que es plantearse las cosas sin prejuicios: ni todos los especuladores son malvados, ni la inversión a corto (shorts) es especialmente nociva, ni los fondos buitre son otra cosa que un agente que aporta liquidez al sistema y “recicla” la basura que genera el mismo, ni son verdades inamovibles muchas otras razones que asumimos como axiomas sólo porque nos machaquen con ellos cada día. En este caso, el “malo” ha acabado haciéndonos un gran favor a todos y el “bueno” ha resultado ser un impostor de rostro de pétreo y sospechoso de padecer una psicopatía. Que nos sirva de lección.

El caso de GOWEX no ha sido el primero ni el último caso de fraude que veremos, desgraciadamente. El engaño es parte de la naturaleza humana y, si bien es necesario cerrar bien las puertas y poner cerrojos y alarmas para que no se cuelen indeseables por los resquicios, ningún sistema es o será, jamás, infalible. Eso sí, es el momento de hacer examen de conciencia (lo que en aviación llaman crash test), identificar exactamente aquello qué ha fallado en esta ocasión y poner los remedios necesarios. Está en juego la confianza.

Sólo eso.

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(*) NOTA ACLARATORIA: dado que algunos lectores me han señalado, con razón, que se puede estar generando algún tipo de equívoco con la terminología usada en este post, me interesa mucho aclarar que cuando aquí me refiero al "mercado" entiendo como tal al consenso general de los inversores y la comunidad financiera, en ningún caso a la totalidad de los mismos ni  tampoco al Mercado Alternativo Bursátil (MAB).

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