La pregunta que se hace todo el mundo desde que saltó el escándalo es inmediata: ¿cómo es posible que se haya
producido un engaño masivo como el de GOWEX? Que este fraude haya pasado
desapercibido durante muchos años a reguladores, analistas, auditores,
empleados y, en general, a la comunidad financiera, no deja de ser ciertamente
asombroso.
Como en una buena película de tramas
financieras a lo Gordon Gekko, el caso GOWEX ha tenido un desenlace
sorprendente, de esos en los que nada es lo que parece. Los guionistas cinematográficos
lo tendrían fácil con estos ingredientes: una empresa tecnológica de éxito
fulgurante, un emprendedor llamado a
convertirse en leyenda en un país necesitado de referencias, un nuevo y moderno
mercado de valores alternativos, inversores y analistas internacionales por
doquier y unos malvados especuladores que propagan noticias “falsas” para enriquecerse. En definitiva, todos los mimbres para
hilar una buena intriga financiera: ambiciones, poder, dinero, traiciones y un inesperado
giro final, para dejarnos a todos agarrados a las butacas cuando saltan los
títulos de crédito.
Lamentablemente, no se trata de
una ficción. Mucha gente ha perdido (y va a perder) mucho dinero en esta
estafa: accionistas que verán volatilizarse sus ahorros, trabajadores que se
quedarán sin puesto de trabajo y acreedores que nunca cobrarán sus deudas son
sólo la punta del iceberg. Porque cuando un fraude como este sucede, pone en jaque
a todo el sistema: reguladores que no vigilaron lo suficiente, auditores que
certificaron las falsedades, asesores que recomendaron a sus clientes invertir
en el valor, organismos que prestaron fondos públicos y concedieron
subvenciones que pagaremos los contribuyentes, compañías que verán evaporarse
sus expectativas de atraer nuevos inversores por la cuarentena a la que les
someterá la comunidad inversora, etc… En definitiva, un ataque al centro del modelo
económico capitalista: la confianza.
Y es que el capitalismo funciona
así. Usted tiene su dinero en el banco porque cree que, si lo necesita, lo
podrá sacar inmediatamente. Es decir, confía en la solvencia del banco
depositario aunque no haya realizado ningún análisis financiero de su situación
(lo que se conoce como due diligence).
Cuando usted deja su dinero en el banco confía en que el regulador del sistema
(el Banco de España), las autoridades y los auditores han hecho bien su
trabajo.
De la misma manera, cuando un
inversor deposita su dinero en un producto determinado (acciones, bonos, etc…),
lo hace confiando en una serie de circunstancias. El inversor asume un
determinado riesgo y espera ser retribuido con una rentabilidad estimada. En el
peor de los casos, si el negocio va mal, perderá su inversión, pero es
absolutamente necesario comprender que lo que el inversor asume como riesgo es
que el negocio pueda “ir mal”, pero confía en que la información que se le da para
tomar su decisión de invertir o no en ese producto sea, cuando menos, cierta.
Esa es la premisa fundamental del sistema y si eso falla, no hay manera ninguna
de poder adoptar decisiones de inversión. Es como si tuviéramos que andar a
ciegas por el borde de un precipicio, sin saber si el siguiente paso será en
firme o nos precipitaremos al vacío.
Para los que no lo han seguido de
cerca, podemos resumir este caso brévemente: GOWEX es una compañía que ha
tenido un crecimiento espectacular de su facturación y resultados en los
últimos años. Creada por Jenaro García en 1999, la empresa ha impulsado un
negocio basado en explotar una red wifi de acceso público, gratuita o con un
coste en apariencia muy interesante para el usuario. En 2010, la compañía salió
a cotizar al mercado alternativo bursátil (MAB) y, desde entonces, ha sido la
estrella de este segmento destinado a empresas pequeñas y medianas en expansión,
llegando a tener una capitalización bursátil de más de 2.000 millones de euros,
casi para ingresar en el IBEX 35.
El pasado día 1 de Julio, una
desconocida firma de análisis (que no es tal, como luego explicaremos; aquí
nada es lo que parece) llamada Gotham City Research, emitió un incendiario
informe sobre GOWEX en la que opinaba que el valor de la acción era cero, a la
vez que aseguraba que el 90% de los ingresos de la compañía eran inexistentes.
Es decir, tachaba a GOWEX de fraude sin ningún matiz. A pesar de ser unos desconocidos (y esto
es muy sorprendente), los de Gotham provocaron un tsunami de ventas que
finalizó el pasado jueves 3 de julio con la suspensión de cotización de los
títulos de GOWEX tras perder la friolera de un 70% de su valor en sólo dos
sesiones. A todo esto, lo más asombroso de todo (para mí especialmente, como
profesional de las relaciones con inversores) era la falta casi absoluta de
reacción por parte de la compañía para atajar con contundencia las
aseveraciones de Gotham. En todos estos días, se ha sucedido la publicación de
varios hechos “relevantes” (por llamarlos por su nombre técnico…) donde la
compañía se limitaba a decir que todo era falso y que estaba preparando una
contestación, mientras inversores, analistas y otros interesados seguían
mesándose los cabellos sin comprender el porqué de semejante apatía en la
gestión de la información financiera.
Llegados a este punto, y a pesar
de que la aparente negligencia de GOWEX no hacía más que incrementar la
incertidumbre, la opinión casi generalizada en el mundo financiero era que, si
bien la compañía ha sido siempre bastante opaca en sus comunicaciones, todo
esto no era más que un ataque de un especulador (Gotham) con el único fin de
extraer beneficios del derrumbamiento de los precios de la acción de GOWEX.
Esta opinión estaba basada en el
hecho de que Gotham no es realmente una casa de análisis propiedad de un bróker,
que no deja de ser un intermediario que aconseja diferentes inversiones a sus
clientes con el objetivo de obtener comisiones por gestionar las transacciones
que estos realicen pero que, en definitiva, es neutral ante lo que pase pues no
es un inversor final. Al contrario, se decía (y es cierto), Gotham es un
inversor de posiciones cortas (o shorts,
es decir, que gana cuando los precios
bajan) y que intenta influir con sus opiniones haciéndose pasar por un analista
neutral. Esto último no es ya tan cierto, pues Gotham aclara su perfil real en
su web de manera cristalina, aunque es verdad que es un hecho extraordinario y muy
sospechoso, que un inversor con carácter especulativo se “vista” de analista,
cuando todo el mundo sabe que sus opiniones son interesadas.
En contra de las opiniones de
Gotham se alzaban todas las voces de los analistas “de verdad”, casas de
renombre internacional, que recomendaban la compra de los títulos de GOWEX y le
asignaban valores millonarios. La pregunta, una vez más, resulta inmediata:
¿cómo es posible que una desconocida firma, asociada a un especulador
interesado, tenga más peso en las decisiones de inversión que el conjunto de
las mejores casas de análisis, aparentemente neutrales? La respuesta a tan
difícil pregunta, que en un primer momento se asoció a la capacidad para
sembrar el pánico mediante informaciones falsas por parte de una firma “troll”,
ha resultado tener una explicación mucho más inesperada pero enormemente más
verosímil (tras la sorprendente confesión de Jenaro García): el mercado sabía
que GOWEX era un fraude.
Lo sabía (o lo intuía y estaba
dispuesto a obrar en consecuencia, lo que a efectos prácticos, es lo mismo). Sabía
que aquella orgía acabaría con la policía llamando a la puerta y tomando los
datos a los que quedaran dentro. Pero nadie se quería perder la fiesta y casi
todos esperaban a que sonara el primer aldabonazo para salir corriendo por
alguna ventana. Y si no ¿por qué creer la sarta de afirmaciones indemostrables que
publicaban unos indocumentados contra la opinión general de los analistas, los
auditores, el regulador y la propia compañía?
Lo
mismo que cuando un ladrón nos roba, el culpable es el maleante y no la
víctima, por muy despistada que anduviera por barrios de mala nota, aquí los
únicos responsables del fraude son aquellos que han falseado las cuentas y no los que depositaron su confianza en las mismas (por mucho que se olieran la
pescadilla y vivieran confortables en la negación). Y sin embargo, que nadie se engañe: cuando esto sucede es el sistema, con todos sus controles y su parafernalia bien retribuida (muy bien retribuida, por cierto), el que ha fracasado. Sin paliativos.
Otra lectura secundaria que
podemos hacer es la de la facilidad con la que vivimos confortables con aquello
en lo que queremos creer. Y sin embargo, lo sano que es plantearse las cosas
sin prejuicios: ni todos los especuladores son malvados, ni la inversión a
corto (shorts) es especialmente nociva, ni los fondos buitre son otra cosa que
un agente que aporta liquidez al sistema y “recicla” la basura que genera el
mismo, ni son verdades inamovibles muchas otras razones que asumimos como axiomas sólo porque nos machaquen con ellos cada día. En este caso, el “malo” ha acabado haciéndonos un gran favor a todos y el “bueno”
ha resultado ser un impostor de rostro de pétreo y sospechoso de padecer una
psicopatía. Que nos sirva de lección.
El caso de GOWEX no ha sido el
primero ni el último caso de fraude que veremos, desgraciadamente. El engaño es
parte de la naturaleza humana y, si bien es necesario cerrar bien las puertas y
poner cerrojos y alarmas para que no se cuelen indeseables por los resquicios,
ningún sistema es o será, jamás, infalible. Eso sí, es el momento de hacer
examen de conciencia (lo que en aviación llaman crash test), identificar exactamente aquello qué ha fallado en esta
ocasión y poner los remedios necesarios. Está en juego la confianza.
Sólo eso.
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(*) NOTA ACLARATORIA: dado que algunos lectores me han señalado, con razón, que se puede estar generando algún tipo de equívoco con la terminología usada en este post, me interesa mucho aclarar que cuando aquí me refiero al "mercado" entiendo como tal al consenso general de los inversores y la comunidad financiera, en ningún caso a la totalidad de los mismos ni tampoco al Mercado Alternativo Bursátil (MAB).
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