"It is not the answer that enlightens, but the question."
Eugene Ionesco.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Cine gratuito: ¿posibilidad o fantasía?


Tal y como decíamos ayer, la agresiva reducción del precio de las entradas de cine que están aplicando los principales circuitos de salas puede propiciar un negocio bastante rentable. La mayor afluencia de público, atraído por las rebajas, puede compensar la pérdida de ingresos por precio con otros dos factores: la primera, la producida por la mayor recaudación global derivada de un incremento en el número de espectadores; la segunda, por  mayores ventas de palomitas, refrescos y otros productos.

Si sólo existiera el ingreso generado por la venta de entradas, es evidente que una rebaja del 50% del precio (similar a las anunciadas estos días por los cines), sólo podría compensarse doblando el número de espectadores. Sin embargo, suponiendo que se mantiene el gasto medio por espectador habitual en otros productos (entre 3 y 6 euros, dependiendo del cine), bastaría con un incremento de espectadores muy inferior para compensar los ingresos del cine. Veámoslo en un ejemplo.


 
 
Tal como se ve, al PVP de la entrada hay que restarle el 21% de IVA y otro 2% de derechos de autor. De ese neto, el dueño de la sala liquida al distribuidor de la película un 50% de media (el porcentaje puede variar  en función de muchos factores, como el poder de negociación de la sala o el circuito y el de la distribuidora, o el éxito que tenga la película). Al final, el exhibidor se queda con un porcentaje por debajo del 40% del PVP de la entrada.

Por otra parte, asumiendo un margen bruto (antes de personal) de venta de otros productos de un 50% (después del iva) y un gasto medio de 5 euros, podemos llegar a la conclusión de que un cine puede alcanzar un margen bruto por espectador de entre 4 y 5 euros. Con ellos, debe pagar todos los costes de mantener el cine abierto (alquileres, personal, mantenimiento, amortización de equipos, luz, etc…). Es cierto que el cine tiene otros ingresos residuales (publicidad, por ejemplo), pero por su escasa incidencia, no los tendremos en cuenta.

Pues bien, ceteris paribus,  en el ejemplo se aprecia que una reducción del precio de la entrada del 50% queda compensada para el cine con un incremento de espectadores de un 40% (una cifra exigente pero bastante por debajo del 100% exigido si sólo contáramos con el precio de las entradas), y aún por debajo de las primeras estimaciones ofrecidas por las salas esta semana.

Aquí, evidentemente, el que más arriesga es el distribuidor, que sólo cobra del precio de las entradas por lo que, a igualdad de condiciones, sí necesitaría que se doblara la cifra de espectadores para recuperar lo perdido en la rebaja del precio. Probablemente, estas rebajas han venido acompañadas de una negociación con los distribuidores para hacerles más digerible el impacto de la medida.

¿ES POSIBLE QUE EL CINE LLEGUE A SER GRATIS?

Un escenario teórico que sugeríamos ayer consistía en el de una rebaja de precios del 100%. Es decir, entradas gratis y la película como reclamo para vender consumiciones. Se trataría de un modelo similar al de una discoteca, por ejemplo. Pero, ¿es factible?

Para empezar existe una diferencia muy importante con el negocio de una discoteca: en esta actividad de ocio, el empresario no tiene que compartir sus ingresos con nadie mientras que, como hemos visto antes, el exhibidor cinematográfico debe repartir el precio de la entrada con el distribuidor y, además, pagar derechos de autor. Si desaparece el precio de la entrada como fuente de ingresos ¿cómo se retribuye al dueño de la película? No habría más solución que la de encontrar un modelo de reparto de los ingresos de las consumiciones, pero este no sería sencillo de controlar a menos que la Administración realizara una estricta supervisión de las consumiciones, al modo que vigila ahora las entradas. Si no, el fraude sería tan sencillo que los distribuidores difícilmente aceptarían otro pago que un tanto alzado por película o bien, por espectador, pero difícilmente un royalty sobre las consumiciones.

Suponiendo que se llegara a encontrar tal acuerdo (difícil pero no imposible), podemos establecer un modelo teórico basado en el ejemplo anterior que, a igualdad de gasto medio, determine el incremento de espectadores necesario para que funcionara.

 

Como puede verse, se necesitaría multiplicar por casi 4 veces el número de espectadores para poder hacer gratuito el cine y que exhibidor y distribuidor ganaran lo mismo que antes. Evidentemente, este ratio descendería a medida que el gasto medio en consumiciones se incrementara. Así por ejemplo, un incremento del 50% (de 5 a 7,5 euros per cápita) haría que el ratio se redujese a 2,74 veces, cifras aún bastante agresivas.

Una solución quizá más inteligente, incluso para el control de espectadores, podría consistir en reducir el precio de la entrada a 1 euro simbólico. Con una consumición media de 7,5 euros (un 50% superior a la actual), el modelo quedaría equilibrado doblando el número de espectadores.

En conclusión, aunque el cine gratuito parece una entelequia en este momento (y probablemente en los próximos años) creo que se acaba de descubrir en el precio una interesante palanca que tocar antes de dar cualquier batalla por perdida. Por otra parte, que hoy día exista un modelo de negocio (con un estricto reparto de ingresos entre productor/distribuidor/exhibidor) que lleva casi un siglo en funcionamiento no significa que éste haya de ser inmutable, especialmente en tiempos de crisis.

Torres más altas han caído.

 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

¡Pasen y vean! (o cómo los cines han decidido dejar de expulsar público de sus salas)


Fiestas del cine, reposiciones de películas taquilleras de los dorados años ochenta, fútbol y ópera, abonos anuales y, ahora, lo mejor: entradas por debajo de 4 euros en los principales circuitos de cines de España. Sin duda lo que el público necesitaba.

Hace ya un año, escribíamos en este mismo blog un monográfico sobre la caída permanente de la afluencia de público durante la última década, analizando el fenómeno desde varios puntos de vista, teniendo en cuenta los acontecimientos macroeconómicos, demográficos, legislativos y tecnológicos que explicaban la negativa tendencia. Al final, una conclusión: a pesar de todas las circunstancias externas poco beneficiosas, no parecía lógico que los empresarios cinematográficos no hubieran apostado hacía tiempo por aplicar rebajas sustanciales en el precio de la entrada.

Pues bien, parece que ya se han dado cuenta de que todos los indicadores parecían apuntar a esa medida y las campañas de rebaja se han ido produciendo en cascada en las últimas semanas con un aparente éxito en cuanto a la respuesta del público. En algunos casos, han conseguido incrementar la afluencia de espectadores en más de un 50%. Más allá de la satisfacción personal como economista que ve su teoría confirmada en el mundo real, la noticia me parece excelente para un sector muy castigado por la crisis económica y el cambio de los hábitos de consumo.

Esta medida tiene un impacto positivo extra para los empresarios de la exhibición. Por una parte, rebajar el precio de la entrada tiene dos efectos contrarios, uno de incremento de la facturación por el mayor número de tickets vendidos y un efecto en sentido contrario, de descenso de la recaudación, por vender el ticket más barato. En el mix de ambos efectos está la clave final. Pero aún saliendo la ecuación algo negativa, el negocio puede ser muy jugoso para el cine. La respuesta a esta aparente paradoja estriba en el hecho de que más del 50% de los ingresos de una sala se obtienen de las actividades de restauración (palomitón, etc…), que inevitablemente crecerán siempre por la mayor afluencia de espectadores.

Yo no descartaría que, en un futuro, la entrada sea lo de menos y, la película, el reclamo. Aunque eso ya sea más difícil de demostrar con estadísticas…