"It is not the answer that enlightens, but the question."
Eugene Ionesco.

martes, 22 de abril de 2014

Amigos cabezotas

Recuerdo haber visto en televisión una curiosa entrevista con la que fuera profesora de educación primaria de Cristiano Ronaldo. La mujer relataba divertida cómo, el ahora astro futbolístico, solía llegar tarde a clase por quedarse más tiempo del debido jugando al fútbol en el patio, a lo que ella respondía reprendiendo al niño con las siguientes palabras: “el fútbol nunca te dará de comer”. Tal cual.

Uno de los aspectos menos agradables del trabajo que desempeño suele ser el de enfrentarse a emprendedores y empresarios, habitualmente apasionados con lo que hacen, para darles un NO a sus propuestas de asociación. Desafortunadamente, esto sucede más veces de las que a uno le gustaría. La razón es bastante sencilla de explicar: el encaje de los negocios suele ser parecido al de las piezas de un puzle; si los perfiles no son compatibles, no hay otra cosa que se pueda hacer que seguir buscando la pieza adecuada.

En algunos de estos casos, la negativa se produce por una apreciación divergente sobre la viabilidad de los negocios. No puedo esconder que mi trabajo consiste, en buena medida, en adoptar decisiones sobre si el proyecto concreto que se evalúa “dará para comer”. Como toda decisión humana que ha de tomarse sobre un futuro incierto, acertar siempre es imposible.

En las últimas semanas hemos tenido noticia de dos proyectos que han tenido un éxito extraordinario, cuando todos los vientos que soplaban parecían hacerlo en la dirección contraria. Me alegro enormemente por ellos puesto que, en ambos casos, tengo la enorme fortuna de que se trata de buenos amigos míos. En definitiva, dos grandes ejemplos de “amigos cabezotas”, que no dejaron que otros decidieran sobre su destino.

Ocho apellidos vascos (o un fracaso bastante “probable”)

Como en los grandes negocios, lo de esta película es todo absolutamente contra-intuitivo: el título parece localista, el asunto polémico, un director (Emilio Martínez Lázaro) que tuvo su último éxito hace casi diez años (Los dos lados de la cama) y un guionista, Borja Cobeaga, al que tampoco habían funcionado especialmente bien sus últimos títulos (No Controles). En definitiva, un cóctel que hubieran rechazado aparentemente muchos inversores.

A todo esto hay que sumar la difícil situación que vive el cine español (asunto que ya hemos tratado en anteriores ocasiones), la crisis económica y sectorial -que aleja al público de las pantallas- y, cierta falta de autocrítica del gremio cinematográfico -que ha ido alejando progresivamente su trabajo de los gustos del espectador-. Un panorama no muy atractivo para pensar en hacer cine en España.

Sin embargo, el gran talento del equipo, la apuesta de los productores (entre los que está La Zona, liderada por Gonzalo Salazar-Simpson, grandísimo profesional y buen amigo) y una buena dosis de “cabezonería”, han conseguido levantar un proyecto tan aparentemente arriesgado.

Particularmente, la película me parece divertidísima y llena de aciertos, tanto cinematográficos como de marketing (el cartel es formidable y amplia mucho el público objetivo, incluir a Carmen Machi en el reparto, etc…). Al final, ha conseguido eso que tan pocas veces se ve y que tanto ansían los productores: el efecto “bola de nieve”, que supone que lejos de agotarse el tirón de audiencia en un par de semanas, el público cada vez llama a más público, la película es cada vez más conocida, finalmente el éxito salta a los medios y ¡bum!

A la fecha de este post, la película lleva 6,5 millones de entradas vendidas y casi 40 millones de recaudación. Es ya la película española más vista de la historia. Y cuando nadie se lo esperaba.

Onza Capital (prestigio y optimismo contra la crisis)

El segundo proyecto que hoy quiero destacar me toca muy de cerca. Durante cuatro años compartí, primero en Vértice 360 y luego en Onza Partners, alegrías y sinsabores con el sensacional equipo profesional que componen José María Irisarri, Ignacio Soto, Nicolás Bergareche y Gonzalo Sagardía.

Cuando hace algo más de un año, tras haber concluido junto a ellos con un rotundo éxito la operación por la que N+1 adquirió el 55% de Secuoya, decidieron apostar por levantar un fondo tecnológico, me pareció un reto que superaba ampliamente todo lo conseguido hasta entonces. Los vientos, una vez más, no parecían los más propicios en una España llena de incertidumbres y con una recuperación en entredicho (creo que aún lo está, de hecho). El apetito inversor por el sector de internet en España tampoco estaba del todo claro.

A día de hoy, Onza ha sido capaz ya de seducir a muy relevantes inversores y sumar, por el momento, nada menos que 18 millones de euros. Sus primeras inversiones, además, ya se han realizado. Todo un logro conseguido en tiempo de récord.

En este caso, no me cabe ninguna duda que la “cabezonería” viene respaldada por el enorme prestigio de este equipo profesional, que salió reforzado tras salir de Vértice 360 (fíjense, en cambio, dónde ha acabado esta desgraciada empresa hoy) y el optimismo inquebrantable de quien cree que es capaz de dibujar su propio destino.

Por cierto, la profesora de Cristiano Ronaldo acababa aquella simpática entrevista arrepintiéndose de sus palabras y prometiendo lo siguiente: “jamás volveré a decirle a un niño lo que no puede llegar a ser”.


Lección aprendida.