Recuerdo haber visto en televisión una curiosa entrevista
con la que fuera profesora de educación primaria de Cristiano Ronaldo. La mujer
relataba divertida cómo, el ahora astro futbolístico, solía llegar tarde a
clase por quedarse más tiempo del debido jugando al fútbol en el patio, a lo
que ella respondía reprendiendo al niño con las siguientes palabras: “el fútbol
nunca te dará de comer”. Tal cual.
Uno de los aspectos menos agradables del trabajo que
desempeño suele ser el de enfrentarse a emprendedores y empresarios,
habitualmente apasionados con lo que hacen, para darles un NO a sus propuestas
de asociación. Desafortunadamente, esto sucede más veces de las que a uno le
gustaría. La razón es bastante sencilla de explicar: el encaje de los negocios
suele ser parecido al de las piezas de un puzle; si los perfiles no son
compatibles, no hay otra cosa que se pueda hacer que seguir buscando la pieza
adecuada.
En algunos de estos casos, la negativa se produce por una
apreciación divergente sobre la viabilidad de los negocios. No puedo esconder
que mi trabajo consiste, en buena medida, en adoptar decisiones sobre si el
proyecto concreto que se evalúa “dará para comer”. Como toda decisión humana
que ha de tomarse sobre un futuro incierto, acertar siempre es imposible.
En las últimas semanas hemos tenido noticia de dos proyectos
que han tenido un éxito extraordinario, cuando todos los vientos que soplaban
parecían hacerlo en la dirección contraria. Me alegro enormemente por ellos
puesto que, en ambos casos, tengo la enorme fortuna de que se trata de buenos
amigos míos. En definitiva, dos grandes ejemplos de “amigos cabezotas”, que no
dejaron que otros decidieran sobre su destino.
Ocho apellidos vascos (o un fracaso bastante “probable”)
Como en los grandes negocios, lo de esta película es todo
absolutamente contra-intuitivo: el título parece localista, el asunto polémico,
un director (Emilio Martínez Lázaro) que tuvo su último éxito hace casi diez
años (Los dos lados de la cama) y un guionista, Borja Cobeaga, al que tampoco
habían funcionado especialmente bien sus últimos títulos (No Controles). En
definitiva, un cóctel que hubieran rechazado aparentemente muchos inversores.
A todo esto hay que sumar la difícil situación que vive el
cine español (asunto que ya hemos tratado en anteriores ocasiones), la crisis económica y
sectorial -que aleja al público de las pantallas- y, cierta falta de autocrítica
del gremio cinematográfico -que ha ido alejando progresivamente su trabajo de
los gustos del espectador-. Un panorama no muy atractivo para pensar en hacer
cine en España.
Sin embargo, el gran talento del equipo, la apuesta de los
productores (entre los que está La Zona, liderada por Gonzalo Salazar-Simpson,
grandísimo profesional y buen amigo) y una buena dosis de “cabezonería”, han
conseguido levantar un proyecto tan aparentemente arriesgado.
Particularmente, la película me parece divertidísima y llena
de aciertos, tanto cinematográficos como de marketing (el cartel es formidable
y amplia mucho el público objetivo, incluir a Carmen Machi en el reparto, etc…).
Al final, ha conseguido eso que tan pocas veces se ve y que tanto ansían los
productores: el efecto “bola de nieve”, que supone que lejos de agotarse el
tirón de audiencia en un par de semanas, el público cada vez llama a más
público, la película es cada vez más conocida, finalmente el éxito salta a los
medios y ¡bum!
A la fecha de este post, la película lleva 6,5 millones de entradas vendidas y casi 40 millones de recaudación. Es ya la película española
más vista de la historia. Y cuando nadie se lo esperaba.
Onza Capital (prestigio y optimismo contra la crisis)
El segundo proyecto que hoy quiero destacar me toca muy de
cerca. Durante cuatro años compartí, primero en Vértice 360 y luego en Onza Partners, alegrías y sinsabores con el sensacional equipo profesional que
componen José María Irisarri, Ignacio Soto, Nicolás Bergareche y Gonzalo
Sagardía.
Cuando hace algo más de un año, tras haber concluido junto a
ellos con un rotundo éxito la operación por la que N+1 adquirió el 55% de
Secuoya, decidieron apostar por levantar un fondo tecnológico, me pareció un
reto que superaba ampliamente todo lo conseguido hasta entonces. Los vientos,
una vez más, no parecían los más propicios en una España llena de
incertidumbres y con una recuperación en entredicho (creo que aún lo está, de
hecho). El apetito inversor por el sector de internet en España tampoco estaba
del todo claro.
A día de hoy, Onza ha sido capaz ya de seducir a muy
relevantes inversores y sumar, por el momento, nada menos que 18 millones de euros. Sus primeras inversiones, además, ya se han realizado. Todo un logro
conseguido en tiempo de récord.
En este caso, no me cabe ninguna duda que la “cabezonería”
viene respaldada por el enorme prestigio de este equipo profesional, que salió
reforzado tras salir de Vértice 360 (fíjense, en cambio, dónde ha acabado esta desgraciada empresa hoy) y el optimismo inquebrantable de quien cree que es capaz de
dibujar su propio destino.
Por cierto, la profesora de Cristiano Ronaldo acababa
aquella simpática entrevista arrepintiéndose de sus palabras y prometiendo lo
siguiente: “jamás volveré a decirle a un niño lo que no puede llegar a ser”.
Lección aprendida.
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