Aquella era una de esas tardes nefastas en las que te llevas
a casa los problemas del trabajo. Recuerdo que, para añadir más melancolía, llovía
ligeramente sobre Madrid. Una de esas lluvias sucias que convierten el tráfico
de la ciudad en una pesadilla y hacen ricas a las tintorerías.
Después de una hora para recorrer los diez kilómetros que
separan la oficina de mi casa, aparqué el coche en el garaje con ganas de no
volver a verlo en una larga temporada (por lo menos hasta la mañana siguiente)
y di el día por concluido, tras marcarlo para el olvido eterno.
Pero si recuerdo aún perfectamente los detalles de una tarde
de invierno de hace ahora algo más de un año es por lo que ocurrió después.
Como sucede en ocasiones, mi mujer había hecho un plan con total
desconocimiento de que mi estado de ánimo era precisamente el opuesto al que
debería tener para que me apeteciera volver a meterme en la selva de coches
parados aquella tarde-noche de perros. Y el plan no podía ser menos atractivo a
primera vista: se trataba de atravesar Madrid para llegar al centro cultural de
Matadero, donde se presentaba un documental independiente de un director sueco
desconocido acerca de un músico más desconocido aún. Apasionante. Como pueden
imaginar, tras un cierto intercambio de impresiones, nos pusimos de camino, y a
toda prisa, hacia el evento.
Para añadir más suspense a la noche, llegamos (de milagro) cuando
se apagaban las luces y tuvimos que buscar a tientas un par de butacas en la
abarrotada sala. Solo encontramos dos sitios libres, que tenían además el
cartel de “reservado”. Poco más se podía hacer, así que, imaginando que las
butacas tenían en realidad nuestro nombre inscrito, nos acomodamos cuando en la
pantalla se leía ya el título de la película: Searching for Sugar Man.
Para los que (aún) no hayan visto esta pequeña joya, no
desvelaré ni una sola línea de su argumento. Es más, recomiendo que la vean con
la misma dosis de ignorancia que tenía yo aquella tarde. La sorpresa merece (y
mucho) la pena. Sólo puedo decir que, al final de la proyección, no sólo había
olvidado por completo cualquier pequeña inconveniencia laboral sino que mi
ánimo era ya otro completamente diferente y he de reconocer que la historia me
había emocionado de veras. ¿Se pude pedir más a una película? Pues lo hubo.
Cuando se encendieron las luces y sonaron los aplausos,
apareció en escena un joven espigado, de unos treinta años y con un aspecto y
nombre exóticos: Malik Bendjelloul. El Director.
La historia del propio Malik no tiene desperdicio y es la de
un creador a la busca de una historia que contar. No cualquier historia, desde
luego, sino una que realmente mereciera la pena ser contada. Para ello, Malik
había abandonado su trabajo como reportero en un canal sueco (SVT) con el fin
de recorrer el mundo. Tras un largo periplo recaló en Ciudad del Cabo
(Sudáfrica), donde tomó conocimiento de los extraños y maravillosos hechos que
narra (y en los que incluso influye) en su sensacional cinta. Durante tres
años, Malik vivió para el proyecto de Sugar
Man, fue abandonado por su productor, se quedó sin dinero, tuvo que hacer
trabajos alternativos para financiar la conclusión del film y hasta realizó personalmente
algunas de las animaciones que la adornan. El resto es un caso de éxito (Óscar
de Hollywood incluido), propiciado por el gran talento de este joven
realizador.
He de decir que la anécdota de la noche fue la divertidísima
(y, a ratos, un tanto delirante) traducción del inglés al español que hizo su
intérprete, un tejano con ganas de “participar” y que arrancó grandes
carcajadas de la audiencia y una cierta sorpresa entre el equipo de la
película. Cosas de los estrenos.
Esta mañana nos hemos despertado con una pésima noticia: Malik
Bendjelloul ha sido hallado muerto en circunstancias aún no aclaradas (al
parecer, naturales). Tenía sólo 36 años y estaba preparando una nueva película
sobre un hombre capaz de comunicarse con los elefantes. Estoy convencido de
que, una vez más, hubiera sido un film memorable, emocionante y con esa dosis
de humildad y candidez con la que Malik firmó Searching for Sugar Man.
Descanse en paz Malik Bendjelloul, el hombre de azúcar. Y, por favor, no se pierdan Searching for Sugar Man.
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