"It is not the answer that enlightens, but the question."
Eugene Ionesco.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El día que conocí al hombre de azúcar

Aquella era una de esas tardes nefastas en las que te llevas a casa los problemas del trabajo. Recuerdo que, para añadir más melancolía, llovía ligeramente sobre Madrid. Una de esas lluvias sucias que convierten el tráfico de la ciudad en una pesadilla y hacen ricas a las tintorerías.

Después de una hora para recorrer los diez kilómetros que separan la oficina de mi casa, aparqué el coche en el garaje con ganas de no volver a verlo en una larga temporada (por lo menos hasta la mañana siguiente) y di el día por concluido, tras marcarlo para el olvido eterno.

Pero si recuerdo aún perfectamente los detalles de una tarde de invierno de hace ahora algo más de un año es por lo que ocurrió después. Como sucede en ocasiones, mi mujer había hecho un plan con total desconocimiento de que mi estado de ánimo era precisamente el opuesto al que debería tener para que me apeteciera volver a meterme en la selva de coches parados aquella tarde-noche de perros. Y el plan no podía ser menos atractivo a primera vista: se trataba de atravesar Madrid para llegar al centro cultural de Matadero, donde se presentaba un documental independiente de un director sueco desconocido acerca de un músico más desconocido aún. Apasionante. Como pueden imaginar, tras un cierto intercambio de impresiones, nos pusimos de camino, y a toda prisa, hacia el evento.

Para añadir más suspense a la noche, llegamos (de milagro) cuando se apagaban las luces y tuvimos que buscar a tientas un par de butacas en la abarrotada sala. Solo encontramos dos sitios libres, que tenían además el cartel de “reservado”. Poco más se podía hacer, así que, imaginando que las butacas tenían en realidad nuestro nombre inscrito, nos acomodamos cuando en la pantalla se leía ya el título de la película: Searching for Sugar Man.

Para los que (aún) no hayan visto esta pequeña joya, no desvelaré ni una sola línea de su argumento. Es más, recomiendo que la vean con la misma dosis de ignorancia que tenía yo aquella tarde. La sorpresa merece (y mucho) la pena. Sólo puedo decir que, al final de la proyección, no sólo había olvidado por completo cualquier pequeña inconveniencia laboral sino que mi ánimo era ya otro completamente diferente y he de reconocer que la historia me había emocionado de veras. ¿Se pude pedir más a una película? Pues lo hubo.

Cuando se encendieron las luces y sonaron los aplausos, apareció en escena un joven espigado, de unos treinta años y con un aspecto y nombre exóticos: Malik Bendjelloul. El Director.

La historia del propio Malik no tiene desperdicio y es la de un creador a la busca de una historia que contar. No cualquier historia, desde luego, sino una que realmente mereciera la pena ser contada. Para ello, Malik había abandonado su trabajo como reportero en un canal sueco (SVT) con el fin de recorrer el mundo. Tras un largo periplo recaló en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), donde tomó conocimiento de los extraños y maravillosos hechos que narra (y en los que incluso influye) en su sensacional cinta. Durante tres años, Malik vivió para el proyecto de Sugar Man, fue abandonado por su productor, se quedó sin dinero, tuvo que hacer trabajos alternativos para financiar la conclusión del film y hasta realizó personalmente algunas de las animaciones que la adornan. El resto es un caso de éxito (Óscar de Hollywood incluido), propiciado por el gran talento de este joven realizador.

He de decir que la anécdota de la noche fue la divertidísima (y, a ratos, un tanto delirante) traducción del inglés al español que hizo su intérprete, un tejano con ganas de “participar” y que arrancó grandes carcajadas de la audiencia y una cierta sorpresa entre el equipo de la película. Cosas de los estrenos.

Esta mañana nos hemos despertado con una pésima noticia: Malik Bendjelloul ha sido hallado muerto en circunstancias aún no aclaradas (al parecer, naturales). Tenía sólo 36 años y estaba preparando una nueva película sobre un hombre capaz de comunicarse con los elefantes. Estoy convencido de que, una vez más, hubiera sido un film memorable, emocionante y con esa dosis de humildad y candidez con la que Malik firmó Searching for Sugar Man.

Descanse en paz Malik Bendjelloul, el hombre de azúcar. Y, por favor, no se pierdan Searching for Sugar Man.

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