
La gente va menos al cine que hace diez años, eso está
claro. Y es más que probable que
la reciente subida del IVA en la entrada de cine
contribuya un poco más a que el español medio haga sus propios recortes en el
gasto dedicado a disfrutar de una película en una sala. Pero todo esto no es
más que la gota que colma el vaso de un sector que va viendo cómo su negocio se
esfuma año tras año. Como puede verse en el gráfico siguiente, mientras el
consumo privado crecía en España a tasas más que respetables, no era en acudir al
cine con mayor frecuencia en lo que los españoles decidíamos gastarnos nuestro
dinero.
A pesar de la reciente subida del IVA, cosa que no ha ayudado demasiado a fomentar la audiencia, no
debemos cegarnos: la crisis viene de lejos y poco tiene que ver con que ahora
tengamos menos dinero en el bolsillo, sino más bien con la multiplicación de
las opciones de ocio y, una vez más, con los efectos de los profundos cambios
tecnológicos que estamos viviendo. En este sentido, se viene señalando a la
piratería como casi exclusivo culpable de la crisis de los cines, pero yo disiento.
Si bien es cierto que España es uno de los países que aparece siempre entre los
primeros puestos en todos los rankings de piratería digital (en algo teníamos
que ser los primeros…), la menor afluencia a los cines no es sólo un hecho
propio de éste país. En el siguiente gráfico puede observarse cómo la tendencia
en la meca del cine (Estados Unidos), con tasas de piratería altas, pero no
tanto, es bastante similar.
Como en todo drama, el mal no sólo tiene una causa, por
mucho que nos intenten imponer visiones reduccionistas con fines interesados.
Ni el Gobierno ha matado el cine (ya estaba muy malito) ni la piratería ha
hecho otra cosa que fortalecer una tendencia imparable. Sencillamente, y como
se estudia en microeconomía, la aparición de productos sustitutivos, como en su
momento ocurrió con la popularización de la televisión en los 50, cambia las
reglas de juego que existían, no quedando otra salida que adaptarse a la nueva
competencia o sucumbir ante ella. Y en este momento podemos preguntarnos qué ha
hecho el sector de la exhibición cinematográfica para adaptarse a los
trascendentales cambios que han acaecido y que están minando su negocio.
En todo proceso de adaptación suelen producirse
modificaciones estructurales (reconversión sectorial) y coyunturales (tácticas
comerciales y promocionales) en busca del equilibrio perdido. Efectivamente, en
estos diez últimos años, ha tenido lugar un proceso de reconversión de la
exhibición en el que hemos sido testigos del cierre de multitud de cines con
una o unas pocas salas, habitualmente ubicados en el centro de las ciudades, y
la apertura de nuevos multiplex y megaplex (complejos de muchas salas que
incorporan, además, actividades de hostelería), situados en modernos centros
comerciales del extrarradio. En principio, nada muy diferente de lo ocurrido en
otros países y, en principio, una maniobra empresarial más que lógica que
responde a la necesidad de incrementar la eficiencia del negocio. Sin embargo,
como puede apreciarse en el siguiente gráfico, el proceso de reconversión en
España también ha estado “dopado” por el mal del ladrillo que hemos sufrido
estos años.
Hasta el año 2006, el número de pantallas en España crece
extraordinariamente. En apenas 5 años, el mercado había perdido ya un 13% de
espectadores, mientras que el número de pantallas se había incrementado en un
16%. ¿Falta de realismo? Quizá, pero… ¿conoce algún centro comercial construido
en la época sin su complejo de cines? Conclusión: el sector ha tardado más de
la cuenta en reconocer las tendencias negativas y la reconversión ha estado
adulterada con factores exógenos de sobra conocidos. Parece claro que la
segunda fase de este proceso de adaptación aún no ha concluido y sólo puede
pasar por el cierre de muchas más pantallas.
Como decíamos, hay un segundo aspecto, cuyuntural, propio de
toda crisis de productos sustitutivos, que suele implicar la bajada de precios
del producto atacado, con el fin de ser más atractivo y mantener el nivel de
ventas. Lo que quiero decir es que lo esperable hubiera sido una bajada de
precios del cine para intentar atraer al público y contrarrestar otras ofertas
de ocio. Pues bien, paradójicamente, hasta 2011 el sector no sólo ha hecho todo
lo contrario (subir los precios), como puede verse en el gráfico siguiente,
sino que además lo ha hecho por encima de la inflación general. La explicación
a esto, una vez más, es posible que tenga que ver con la necesidad de amortizar
las fuertes inversiones acometidas en la construcción de los nuevos complejos
de ocio.
El diagnóstico parece bastante evidente, a la luz de los
datos aquí expuestos: el sector parece aquejado por una larga crisis de
demanda, probablemente motivada por la aparición de nuevas alternativas de ocio
(la piratería, aunque ilegal, no deja de ser un sustitutivo más) derivadas de
los cambios tecnológicos de los últimos años. La respuesta adaptativa, al menos
en España, ha sido muy lenta y está contaminada por los efectos nocivos de la
burbuja inmobiliaria.
No tengo ninguna duda de que el cine sobrevivirá a esta
crisis (como ya sobrevivió al nacimiento de la televisión), pero aún queda un
largo trecho para ver el final del túnel: el sector está instalado en mitad de
una reconversión y sólo recientemente se han empezado a apreciar cambios relevantes
en la flexibilización de sus modelos de negocio y en la aplicación tácticas
comerciales más agresivas.
Decía la canción de Aute que “los sueños, cine son”, pero
parece haber llegado el momento en el que el cine en España debe salir por fin de su
largo sueño.