"It is not the answer that enlightens, but the question."
Eugene Ionesco.

viernes, 13 de junio de 2014

Y tu equipo… ¿cómo juega?


Comienza el Mundial de Brasil.

32 equipos nacionales, con características y circunstancias de lo más diverso, se enfrentarán en los estadios cariocas en las próximas semanas para deleite de millones de aficionados en el mundo entero. Se trata, probablemente, del campeonato más polémico desde que arrancaron los mundiales: los trabajos de preparación han estado jalonados de dificultades y retrasos, se han producido demasiados accidentes laborales, miles de personas protestan diariamente por el presunto dispendio en la organización en medio de huelgas y disturbios, la inseguridad ciudadana en las ciudades brasileñas sigue siendo un dolor de cabeza… Y sin embargo, pronto todo esto desaparecerá de la primera plana de los periódicos y de las aperturas de los informativos para ser sustituido por las crónicas y los resultados de los partidos de fútbol. Como la vida misma.

Vivimos en una sociedad de opulencia informativa. La cantidad de información a la que un ciudadano de un país desarrollado se encuentra expuesto cada día es casi incalculable: televisión, radio, internet, móviles, publicidad exterior, pantallas por doquier... Lo procesamos todo, absolutamente todo. Aunque, evidentemente, no podemos almacenarlo de igual forma ni reflexionar sobre cada bit recibido. Sería humanamente imposible.

Por eso, cada vez vivimos más de pequeñas píldoras de información que otros procesan. Vivimos de reseñas, de titulares, de eslóganes, de tuits… Y, si hemos decidido que el emisor nos inspira confianza, los usamos casi como si fueran la verdad absoluta revelada. En definitiva, nos vemos obligados a confiar cada día más en los resultados finales de las cosas, porque entender el proceso entero sería demasiado costoso en tiempo y recursos. Resultados, como en el fútbol.

La selección española es, probablemente, el mejor equipo que este país ha presentado jamás a un campeonato. Prácticamente todos sus jugadores son grandes estrellas en los mejores equipos del mundo y, si sumamos, todos los títulos que acumulan, no hay otra selección en este Mundial que pueda siquiera acercarse. Además, somos los vigentes campeones del mundo y de Europa (por partida doble). Aunque en el fútbol nunca hay garantías de nada, esta vez vamos con una solvencia más que acreditada. Y sin embargo, como la pelota no entre, todo eso no valdrá para nada. Resultados, resultados, resultados…


La frialdad del resultado

En el mundo empresarial, las cosas no son muy distintas. Como en el fútbol, al final de cada partido (ejercicio), hay que enseñar la cuenta de resultados. Por muchas explicaciones que puedan darse (al igual que los entrenadores en las ruedas de prensa posteriores a los encuentros), la línea final contendrá el corolario máximo que indicará si se han cumplido los objetivos.

Atrás quedará el trabajo de todo el periodo. El esfuerzo, la dedicación y las vicisitudes serán ya poco relevantes (mucho menos si las metas no se han alcanzado). Sólo quedará una fría línea en un papel, que será la vara que mida si todo ha merecido la pena, si cobraremos un bonus, obtendremos una promoción, mantendremos a flote nuestra empresa o conservaremos nuestro trabajo. Así de sencillo. Y así de duro.


Sólo puede ganar uno

Como en el fútbol, aquí tampoco hay garantías. Uno puede dedicarle a un proyecto todo su tiempo, su energía y hasta su pasión y, a pesar de lo que cuentan los nuevos pseudo-gurús del emprendimiento, fracasar de manera incontestable. Además, suele ser lo más habitual. Y si no, ya verán lo que pasa en este mundial, donde para que gane uno, perderán otros 31.

Al contrario que Morgan Stanley o el pulpo Paul, me siento incapaz de hacer una predicción sobre quién será el campeón del mundo dentro de unas semanas. En cambio es fácil apostar por algunos (bastantes) que no lo van a ser casi con toda certeza. Existe otro grupo intermedio de equipos que disponen de alguna estrella pero funcionan peor como conjunto (Inglaterra, Portugal, Chile…). Y finalmente, hay un grupo de selecciones (Brasil, España, Alemania, Argentina, Italia, Holanda…) que tienen a los mejores jugadores y, además, conforman un equipo de inmejorable nivel competitivo. Casi seguro que, entre estos últimos, estará el campeón.

Sólo puede ganar uno. Pero para poder optar a ganar, hay que tener un equipo de máximo nivel.


Equipos altamente competitivos

Construir un equipo (ya sea deportivo o empresarial) de alto rendimiento es una tarea para la que existen tan pocas (o tantas) recetas como uno pueda imaginar. Y como dice el refrán, “cada maestrillo tiene su librillo”. A lo largo de estos años, he tenido la suerte de formar parte de alguno (ya fuera como “jugador” o como manager), y si algo he podido comprobar es la repetición de algunos patrones que intento replicar en cada oportunidad:

1)      Reunir talento: ya lo hemos contado en algún otro post. La calidad de los miembros del equipo es un factor crucial para lograr objetivos ambiciosos. Merece la pena ser muy exigente en la conformación del equipo. Una vez construido, será complicado y traumático hacer cambios a mitad de partido. Eso sí, la misión del manager será efectuar dichos cambios a tiempo y de la manera menos dañina. Si hay algo en lo que creo es que la decisión de rodearse de los mejores debe ser irrenunciable. Cierto es que, tanto en el fútbol como en el mundo empresarial, los grados de libertad para construir un equipo pueden ser muy variables.

2)      Gestionar expectativas: la gente con talento suele ser consciente de su valía. Sus expectativas, por tanto, serán altas y, habitualmente, crecientes. Nunca hay que infravalorar este aspecto. No sólo (ni principalmente) hablo de condiciones económicas. Me refiero a gestionar las ambiciones, la carrera y el crecimiento profesional de los miembros de un equipo de manera planificada, constante y dedicada. Si no se hace así, la desmotivación y los abandonos se extenderán como un virus por la organización. Y una organización enferma es muy difícil de curar. El líder de un equipo tiene siempre infinitas preocupaciones. Bueno, pues esta, a mi juicio, es la preocupación más relevante de todas.

3)      Objetivos claros: no hay cosa más práctica que disponer de una buena estrategia. Por el contrario, no existe nada más desmoralizante para un equipo que una percepción difusa, variable o volátil de los objetivos a lograr. Para evitar esto no sólo hay que hacer un trabajo sólido de reflexión y análisis estratégico, sino que todos los miembros del equipo deberían participar en el mismo de una manera activa y periódica. A menudo las empresas olvidan que los humanos somos constructores y exploradores. Para sentirnos vivos y parte del proyecto común, debemos percibir que contribuimos a su edificación o descubrimiento.

4)      Entrenar, entrenar, entrenar…: ¿Imaginan un equipo que fuera al Mundial de Brasil sin entrenar nada o casi nada, sin tirar faltas, ensayar triangulaciones o prepararse físicamente? Pues hay empresas donde esto es lo habitual. Nadie se encarga de preparar las reuniones, las presentaciones de ventas, las demostraciones de producto, las llamadas comerciales… En muchos casos todo esto se confía erróneamente a la “profesionalidad” de cada uno, que se supone que “ya sabrá lo que tiene que hacer”. Cuando llega el momento de la verdad, podemos llevarnos sorpresas muy desagradables que poco tienen, en muchos casos, que ver con los conocimientos o la actitud de los miembros del equipo, sino con una inadecuada preparación. Un buen manager dedica mucho tiempo a preparar aspectos cruciales hasta que salen de manera automática y con la precisión de un reloj suizo.

5)   Feedback permanente y bidireccional: según mi experiencia, no hay nada tan necesario como comunicar adecuadamente y de manera periódica a cada miembro del equipo lo que se espera de él, cómo ha sido su rendimiento, cómo ha contribuido a los objetivos comunes y cómo marcha el esfuerzo común. Esta comunicación no sólo debe establecerse en una dirección: también es necesario escuchar. Finalmente, se debe adoptar un plan de acción adaptado a cada caso para potenciar el rendimiento y el desarrollo de cada uno. Una gran parte de las organizaciones desconocen o infravaloran la importancia del feedback y la mayor parte de los jefes de equipo jamás han recibido formación adecuada para poder ofrecerlo de manera óptima. El resultado suele ser, sencillamente, catastrófico. En cambio, si se hace un buen trabajo en este aspecto, se contribuirá de manera casi mágica a la eficiencia de la organización y a la felicidad (como suena) de los miembros del equipo. Demostrado.

6)      Justicia y transparencia: no sólo las estrellas futbolísticas se comparan con sus otros compañeros de equipo e, incluso, con sus colegas rivales: todos lo hacemos. Así que no puede extrañar que, los mismos problemas que surgen en los vestuarios, acaben por aparecer en cualquier empresa. Desgraciadamente, la inexistencia de políticas retributivas homogéneas y profesionalizadas es la tónica habitual de muchas organizaciones. De forma completamente equivocada, demasiados empresarios y directivos prefieren gestionar este aspecto aplicando opacidad y secretismo, e ignorando que, en este terreno, todo se acaba sabiendo antes o después. Homogeneizar y estandarizar la política retributiva y dotarla de un máximo de transparencia, asociándola indisolublemente a un sistema claro de objetivos y a un feedback permanente, eliminarán la mayor parte de los conflictos en este campo así como la necesidad de adoptar soluciones arbitrarias e improvisadas que sólo contentarán a alguno y acabarán por destruir al equipo.


Estilo de juego

España ha ganado los últimos campeonatos internacionales aplicando una forma de jugar absolutamente innovadora y diferencial, basada en el control del balón (algunos lo llaman “confiscación” con bastante acierto), el toque y la paciencia. España no se apea de su planteamiento (como mucho, hace variaciones tácticas), consciente de haber inventado un estilo ganador que nació en la escuela del FC Barcelona.

El estilo de juego de un equipo es al fútbol lo que la cultura corporativa a una organización. Cuanto más sólida sea esta y más frutos haya dado en el pasado, más creyentes generará. En última instancia, le corresponderá al líder del equipo (al entrenador) decidir el estilo que mejor encaje con las características del mismo y las circunstancias de un mercado.

Ningún estilo es infalible, no obstante. España (como el Barça), tiene problemas para ganar a equipos que lo basan todo en contraataques fulminantes. No existe ninguna organización en el mundo que no tenga algún punto débil que el rival pueda llegar a explotar en su beneficio.

Reflexionar sobre la forma en la que una organización trabaja, su escala de prioridades y sus valores, obtener conclusiones firmes sobre los mismos e implantarlas decididamente, es un trabajo que ninguna organización debe pasar por alto si quiere tener opciones de poder marcar la diferencia.


La relatividad del resultado

Al final gana el equipo que marca más goles y no necesariamente el que juega mejor. Ahora bien, la gran mayoría de las veces, ambas circunstancias coinciden. Conformar un equipo de talento, motivado, preparado, adecuada y justamente retribuido, bien liderado y con un estilo propio de hacer las cosas, es una de las mejores garantías de que jugará bien y tendrá opciones al triunfo final.

Es imposible ganar siempre, pero lo que muchos infravaloran es que la manera de hacer las cosas es mucho más relevante de lo que parece y en lo único en lo que se puede ejercer un control exhaustivo.


Porque siempre habrá otro partido, otro campeonato, otra temporada…

1 comentario:

  1. Me quedo con (de todas las buenas ideas) la de entrenar, entrenar, entrenar...... Muy buena la comparación!!!

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