"It is not the answer that enlightens, but the question."
Eugene Ionesco.

jueves, 2 de enero de 2014

Esto es lo que puede hacer DIFERENTE a una empresa (de la bomba atómica al caso Blackberry)


Entre 1935 y 1938, el gobierno Nacionalsocialista de Alemania introdujo una serie de normas de rango legal (conocidas como las leyes de Nuremberg) con el fin de suprimir los derechos civiles de los judíos y dotar al Estado de facultades jurídicas para ejecutar una completa limpieza étnica. De manera progresiva, los judíos fueron “legalmente” apartados de la Administración, la Justicia, el Ejército, las universidades y, finalmente, se les prohibió ejercer la medicina, la abogacía y otras profesiones cualificadas. En la noche del 9 de Noviembre de 1938 (la Noche de los Cristales Rotos), Alemania escribió uno de los episodios más infamantes y desgraciados de la Historia, que concluyó con el linchamiento masivo de decenas de miles de judíos indefensos, la destrucción de sus negocios y el arresto y posterior encarcelamiento de unas 30.000 personas en campos de concentración. El sufrimiento del pueblo judío (y otros “no arios”), sin embargo, no había hecho más que comenzar.

La huida de la “intelligentsia”

La etapa de entreguerras había sido un periodo de gravísima crisis social y económica en Alemania, castigada por las potencias aliadas a pagar inasumibles compensaciones por su derrota en la Gran Guerra. A todo ello se unía la amenaza real del comunismo, triunfante en la Rusia Soviética y en fase expansiva en Alemania. Todo este clima propició el ascenso de Hitler al poder y la implantación de una dictadura delirante y que acabaría resultando catastrófica para Alemania y para el mundo.

Sin embargo, fue este un periodo de excepcional creatividad científica en Europa y, especialmente, en Alemania, que fue además un país receptor de talento científico, sobre todo de Hungría. Nombres como Albert Einstein, Lise Meitner, Leo Szilard,  Otto Frisch o Fritz Haber, desarrollaron su extraordinario trabajo en Física en estos años, realizando unos avances radicales en el conocimiento científico, contribuyendo así al descubrimiento del átomo, su estructura y, posteriormente, a las aplicaciones prácticas que posibilitarían el uso de la energía nuclear.

Pero a veces la Historia presenta curiosas coincidencias que hacen meditar sobre aquella famosa frase de Einstein (enunciada, además, en el contexto de la investigación atómica) sobre que “Dios no juega a los dados”: los principales científicos que estaban apuntalando el liderazgo científico y tecnológico de Alemania eran (y no casualmente) judíos.

Debido a esta condición, no sólo se vieron apartados de sus puestos docentes e investigadores sino que tuvieron que abandonar el país, en algunos casos con una enorme clarividencia (como la de Leo Szilard, que aseguró que dejaría Alemania “un año antes de que empezara la guerra” y sólo se equivocó en cuatro meses) y en otros, por un estrecho margen (como Lise Meitner, que consiguió escapar con gran suspense, al más puro estilo de una película de espías).

Reacción en cadena

Gracias a la extraordinaria colaboración internacional que existía en la comunidad científica y a un sistema de conocimiento abierto, donde lo importante era hacer público lo que se iba descubriendo, se habían ido materializando unas excelentes relaciones entre científicos de diferentes países, lo que permitió crear una red civil de acogida de mentes brillantes en países como Suecia, Reino Unido, Dinamarca o los Estados Unidos. De esta forma, se salvó no solo a las personas sino todo el activo intangible de su conocimiento y talento. Mientras tanto, en Alemania, quedaron otros brillantes científicos que, por no estar afectados por las leyes raciales y la salvaje persecución de los progromos, siguieron colaborando con el régimen Nazi. Alemania, no obstante, había perdido a los mejores, que ahora colaborarían gustosamente con el enemigo con el fin de derrotar a Hitler.

En 1942, en la Universidad de Chicago, el tándem de Leo Szilard junto a Enrico Fermi, otro talento huido del Eje, consiguió realizar con éxito la primera reacción en cadena derivada de la fisión del uranio, demostrando, definitivamente, la posibilidad del uso industrial de la energía nuclear y sentando las bases del Proyecto Manhattan, que finalizaría con la construcción de la primera bomba atómica.

La Alemania de Hitler se esforzó también en la construcción de esta “superarma”. Afortunadamente, el colapso del régimen Nazi llegó antes de que el proyecto pudiera concluirse con éxito. La pérdida de talento (y su paso al enemigo) debido a la persecución de los judíos fue uno de los aspectos clave que anularon la ventaja alemana inicial en este campo. La suerte o el destino hicieron que Hitler no supiera darse cuenta a tiempo del enorme potencial que se le escapaba entre los dedos.

El caso Blackberry

La compañía canadiense Blackberry ha sido uno de esos casos de fulgurante éxito que hemos podido ver en los últimos años. Originalmente, el nombre de la empresa era Research In Motion (algo así como “Investigación en Movimiento”), lo cual era, a mi juicio, una estupenda declaración de intenciones desde la propia marca. Blackberry llegó a dominar con amplitud el sector de los smartphones, lanzando un dispositivo realmente exclusivo e innovador que literalmente se comió el mercado, haciendo obsoletos los hasta entonces deseados “Nokias”. Hace tan sólo tres años, en 2010, la compañía tenía una cuota de mercado en Estados Unidos del 43%. Un éxito arrollador. Sin embargo, esa sería su cima y el comienzo del rápido declive: su cuota en 2013 no llega al 4%. Devastador.

Como ya les pasó a otros antes (i.e: Motorola o Nokia), Blackberry sencillamente se ha visto superada por sus rivales, tanto en tecnología como en marketing. Sus hace poco exclusivos terminales han dejado de ser los más deseados. Su sistema operativo propietario le ha cerrado las puertas al ecosistema de aplicaciones generado bajo IOs (Apple) o Android (Google). Cuando en 2010, Apple lanzó al mercado su Ipad, Blackberry respondió con la imprudencia de un líder engreído, tildando a Apple de “aficionados” y contraatacando con su propio tablet, el Playbook, un sonoro fracaso. Por otra parte, sus costes están lejos de ser los de Samsung. En definitiva, su ventaja competitiva inicial ha sido neutralizada por otros y la compañía ha quedado situada, en tiempo record, en mitad de ningún sitio.

En los últimos tiempos, la empresa se había convertido en una máquina de “quemar” caja, tras los fracasos de la BB10 y el Playbook y ante la pujanza incontestable de Apple y Samsung, de manera que, el pasado agosto, hizo público su interés en buscar un nuevo socio financiero o industrial capaz de relanzar la compañía. Es decir, algo equivalente a pedir auxilio a gritos, lo cual suele ser veneno para la valoración de una compañía.

El auxilio llegó en septiembre de la mano de Fairfax, un inversor que ha recapitalizado la compañía con deuda convertible, en una operación extraordinariamente dilutiva para los accionistas de Blackberry. La cosa no podía ser muy diferente, claro.

Fairfax ha impuesto a John Chen como nuevo CEO y ha inyectado una importante liquidez (en el último cierre se daba una cifra de tesorería que rondaba los 3.000 millones de dólares). Por su parte, Mr. Chen parece haber convencido a los analistas y a los mercados, que han premiado la presentación de sus líneas estratégicas con informes muy positivos y una revalorización de las acciones del orden del 20% en las últimas dos semanas.

Pero ¿qué pretende hacer Mr.Chen? Hay que reconocerle al nuevo máximo ejecutivo de Blackberry, que sus mensajes suenan bien y él los hace sonar mejor (cosa que no garantiza, desde luego, ningún éxito pero al menos infunde confianza, algo imprescindible en el mercado de valores). Para empezar, reconoce implícitamente que Blackberry no puede ser el mejor en todo, y especialmente,  con una cuota de mercado ya tan reducida, no es capaz de jugar la batalla de los costes para ganarla, por lo que renuncia a gestionar directamente la producción de terminales, llegando a un acuerdo estratégico con Foxconn, uno de los mayores productores de elementos electrónicos del mundo, proveedor también de Apple. Esta alianza parece ser bastante sinérgica, puesto que permite a Foxconn tomar posiciones en segmentos de mayor valor añadido, mientras que abre a Blackberry  ciertos mercados asiáticos de gran volumen (Indonesia).

Y dicho lo que no va a hacer, John Chen aclara a dónde apuntará con todos sus cañones: los servicios (especialmente la mensajería) para empresas, apuntalados sobre el marchamo de seguridad de Blackberry y su gran base de clientes corporativos. Es decir, Blackberry pasa a ser una empresa dedicada principalmente a gestionar de forma segura información de sus clientes, a través de sus infraestructuras que, además, diseñará smartphones. Para ello, cuenta de nuevo con una importante liquidez, que será necesario utilizar puesto que Mr. Chen no espera equilibrar su cash flow operativo hasta 2016.

¿Lo conseguirá? Desde luego no será fácil. Para lograrlo habrá de darle la vuelta a la compañía consolidando un modelo de negocio que deja de estar basado en la capacidad de enamorar al consumidor con un producto innovador y exclusivo. Parece una propuesta con los pies en la tierra, y eso es probablemente lo que ha gustado en Wall Street, pero quizá tenga los pies demasiado en la tierra en un negocio donde hay que soñar para volar alto.

Talento, talento, talento.

No hace falta recordar que hace unos años, Apple estuvo al borde de la quiebra y el análisis “con los pies en la tierra” que hicieron los consultores fue el de cerrar y liquidar. Hasta que Steve Jobs volvió a tomar los mandos de la nave y la convirtió en la empresa de mayor éxito de la Historia, creando productos que han transformado nuestra manera de trabajar, divertirnos e informarnos.  La clave, al igual que en la construcción de la bomba atómica, la determinación irrenunciable de reclutar  a los mejores, ponerlos en primera línea y generar el clima necesario para que el talento germine.

Es difícil asegurar que la estrategia de Mr.Chen vaya a ser capaz de devolver a Blackberry a los números negros o no y, si cualquiera lee todas las opiniones que se han publicado en los últimos días, las encontrará de todos los tipos y colores. Si tengo que mojarme, creo que volver a la senda de la rentabilidad ya sería un logro pero resulta bastante improbable que Blackberry vuelva a ser la empresa que fue si basa su futuro en las líneas enunciadas, fundamentalmente porque no me parecen ventajas competitivas sostenibles. Blackberry puede tener en caja 3.000 millones para intentar sostenerlas, es cierto. Apple tiene 40.000 millones para poder atacarlas.

En el mundo tecnológico la clave es la diferenciación, la capacidad para generar productos disruptivos capaces de romper moldes. Ya lo hemos visto antes y lo volveremos a ver. Y esto, por muchos libros de estrategia que hayamos leído, por muy vistosas presentaciones de Powepoint que seamos capaces de hacer y por mucha capacidad de seducir a analistas de la que dispongamos, sigue siendo una cuestión de “intelligentsia”, de disponer de los mejores y dotarles de los medios para que sean capaces de volver a hacer la siguiente explosión atómica.

Y esto, como quedó demostrado en el caso de los brillantes judíos que fueron cruciales para el descubrimiento de la energía atómica, no solo vale para las empresas.
 

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