A mí, particularmente, me
recuerda al Doom o al Wolfenstein 3D. Aquellos videojuegos de
mátalos-a-todos (shoot-them-up) en
perspectiva objetiva que jugábamos los chavales de hace 20 años (cómo pasa el
tiempo). Si te acercabas demasiado a una pared o a un enemigo, se pixelaba la imagen
una barbaridad, pero claro, eran juegos de hace dos décadas.
La verdad es que la primera vez
que escuché hablar de Minecraft, pensé que se trataba de otro de esos juegos
con diseño retro (ahora se dice vintage)
que explotan la nostalgia de mi generación por las extintas máquinas de 8 bits
que tan buenos ratos nos hicieron pasar. En definitiva una moda pasajera, un
producto digital más de existencia efímera.
Pues no solo estaba yo
equivocado sino que hoy, después de varias semanas de rumores, se ha hecho público que la todopoderosa Microsoft ha adquirido al desarrollador de Minecraft,
la empresa sueca Mojang, por la escalofriante suma de 2.500 millones de
dólares.
Todo comenzó en el año 2009
cuando el diseñador de videojuegos Markus Persson, alias Notch, abandonó su anterior empresa para montárselo por su cuenta.
La jugada le ha salido bien, pero que no se equivoque nadie: las probabilidades
de éxito que tiene hoy un programador de pegarla partiendo de la nada y sin que
nadie le apoye son cercanas al cero absoluto. Y digo hoy, cuando estamos
hablando que la producción de un videojuego top como Destiny ha costado la friolera de 300 millones de dólares. Es
decir, se trata de un sector donde el músculo financiero comienza a pesar. Y
mucho.
Pues bien, el señor Persson, ni
corto ni perezoso, abandona su trabajo y se decide a lanzar un juego por su
cuenta que, a simple vista, parece sacado de algún almacén de juegos obsoletos
de hace décadas. Para los que no sepan ni de lo que hablo, resumo muy
brevemente el argumento: en Minecraft el jugador toma control de un avatar que
desembarca en un mundo virtual que puede ir modificando mediante la
transformación de los recursos que puede recolectar. A partir de ahí, se pueden
construir herramientas, edificios, vehículos, casi lo que uno imagine… En uno
de los modos del juego, es preciso sobrevivir al ataque de peligrosas criaturas
nocturnas. La interacción con otros usuarios es, evidentemente, imprescindible.
Con estos ingredientes (y a
pesar del tosco aspecto del juego), más de 16 millones de personas lo han
adquirido para sus PC y hay versiones para todo tipo de consolas y móviles. Las
redes sociales y plataformas de vídeo, como Youtube, están inundadas de
películas que muestran acciones del
juego o las construcciones y paisajes generados por los usuarios. Se rumorea
que un país europeo ha financiado la construcción de una réplica de ¡todo el
país! dentro de Minecraft.
Sin lugar a dudas, el juego ha
sido (y sigue siendo) un exitazo extraordinario, pero qué duda cabe que 2.500
millones de dólares es una cantidad tan elevada que inmediatamente hace que
surjan todo tipo de cuestiones. Quizá, la primera consiste en dilucidar si a
Minecraft le queda recorrido (a los ritmos a los que caen mitos y se levantan
nuevos golems actualmente), para poder recuperar una inversión como la llevada
a cabo por Microsoft.
Otro de los aspectos curiosos de
esta operación es que el fundador no continuará en la compañía. Y esto sí que
es sorprendente para este tipo de transacciones, donde el valor de lo creado
suele ser inferior a las expectativas que se tienen sobre su futuro. Y para
construir ese futuro suele contarse con el talento de sus creadores. Si en este
caso no es así puede significar que, o bien el papel que Persson podía jugar en
ese futuro no se ha considerado importante o que Microsoft tiene unos planes
para Minecraft que Persson no compartía, habiendo considerado el gigante del
software que el valor de la franquicia es lo relevante aquí.
En cualquier caso, una de esas
operaciones que marcan hitos en la historia de esta nueva era digital que
vivimos. Apasionante.
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