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El jugador de Rugby Manu Tuilagi, poniendo "orejas de burro" al PM británico |
Aceptémoslo.
En los tiempos que corren es imposible controlar la comunicación. Por muchos
esfuerzos que se hagan y muchos asesores que se ponga en nómina, no hay manera
de ponerle puertas al campo. Estamos desnudos, nuestros puntos más débiles
están al descubierto y, dado que es imposible mantener la guardia y la
concentración 24 horas al día, las
posibilidades de quedar en ridículo delante del mundo entero son innumerables.
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Luís Bárcenas grabado en la prisión |
No
sólo vivimos unos tiempos en los que todo el mundo lleva en el bolsillo unas máquinas
diminutas capaces de transmitir todo tipo de información a cualquier parte del planeta
en cuestión de nanosegundos, sino que las redes sociales son capaces de
multiplicar esa información de manera exponencial (viral) en menos tiempo que
el que tarda un político en decidir una subida de impuestos. Además, los
estímulos (en forma de followers, me gusta’s y otras artimañas digitales) para
hacer pública cualquier tipo de información comprometedora sobre otros son
difícilmente resistibles por el común de los mortales.
Es
cierto que debemos seguir intentando controlar la comunicación para no
ponérselo tan fácil al enemigo, que conviene diseñar los ejes de los mensajes,
preparar las respuestas a las preguntas que pueden caer en una rueda de prensa
y guardar una coherencia con lo dicho en el pasado, y todo lo que hemos
aprendido en los manuales, pero ni aún así.
Hoy
día, no hay más que ver lo asustados que están todos los que se exponen cada
día al escrutinio público y hasta qué punto ha calado la “estrategia del
avestruz”, que cristaliza en cosas tan subrealistas como convocar ruedas de
prensa en las que no se admiten preguntas o que se realizan a través de una
pantalla.
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La foto del Presidente Hollande "con cara de tonto" que se intentó censurar |
Lo
curioso es que los profesionales de este campo siguen, en la mayoría de los
casos aplicando el manual. Parecen ignorar que, una y otra vez, el resultado
acaba siendo el mismo, que ya tiene hasta nombre (efecto Streissand), y que no
es otra cosa que el tiro por la culata, o sea, que cualquier intento de
restringir una información comprometedora que ya es pública no hará más que
llamar más la atención sobre ella.
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"La resistencia es fútil" |
Hace
falta una nueva teoría sobre la comunicación actual, mucho más sincera,
desinhibida y… yo diría que deportista, capaz de encajar las críticas y
devolver feedback positivo al público sin despreciar la realidad o hacer
negación de la misma. La agilidad, la flexibilidad y la falta de prejuicios son
las nuevas claves que debemos manejar. Lo curioso es que todo esto, ya lo
sabíamos…
Déjenme
que cuente una historia muy antigua: el 18 de abril de 1888 un japonés llamado
Jigoro Kano dio una conferencia en la Embajada Británica en Tokyo llamada “Jiu
Jitsu: el antiguo arte Samurai de la lucha sin armas”. El maestro Kano había
sintetizado las enseñanzas de las muy diferentes escuelas de artes marciales,
perfeccionando sus técnicas de manera que cristalizaron en el Judo, un deporte
que trascendía su propia naturaleza para configurar una auténtica filosofía
aplicable a innumerables situaciones.
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Jigoro Kano |
En
palabras del propio Kano: “Desde el comienzo he dividido el Judo en tres
partes: la primera, Rentai-ho, se refiere al Judo como ejercicio físico; el Shobu-ho es el Judo como arte marcial. La
tercera, el Shushin-ho cultiva la sabiduría y la virtud, así como la aplicación
de los principios del Judo en nuestra vida diaria. Los practicantes deben
desarrollar sus cuerpos para destacar en los combates a la vez que su sabiduría
y virtud para hacer que el espíritu del Judo esté presente en su vida diaria. El
cuerpo no debe desarrollarse tenso sino libre, fuerte y ágil. Debemos ser
capaces de movernos de la manera adecuada en respuesta a los ataques
inesperados del oponente. Tampoco debemos desaprovechar cada oportunidad diaria
para hacer crecer nuestra sabiduría y virtud. Estos son los principios ideales
del Judo”.
La
leyenda cuenta que Jigoro Kano se inspiró en una visión de la naturaleza para
sintetizar su sabiduría: un día, paseando por un jardín después de una nevada,
observó cómo la nieve había tronchado con su peso las ramas fuertes y grandes
de algunos árboles, mientras que las ramas más flexibles y ligeras de los
cedros aprovechaban el propio peso de la nieve para arquearse y luego
proyectarla hacia arriba.
El
entorno de la comunicación actual es como la propia nieve de aquella visión: al
principio sólo serán pequeños copos con un peso despreciable, pero luego la
acumulación de un número incontable de ellos provocará la fractura de las ramas
menos flexibles, por muy grandes y fuertes que parezcan. Como en el Judo, la
iniciativa en la comunicación podemos tenerla o no, dependiendo del momento y
de la oportunidad, pero oponer resistencia directa ante una fuerza muy superior
es una estrategia equivocada. En cambio, si somos capaces de aprovechar esa
energía en nuestro propio beneficio, los resultados serán muy diferentes.
Seguir pensando sobre la comunicación desde un punto de vista estático, en la
que sólo hay un emisor y múltiples receptores pasivos, no puede llevar más que
al fracaso.
Sin
embargo, esta evolución sólo se consigue aplicando el resto de principios que
el maestro Kano destacaba: el entrenamiento constante para conseguir fortaleza
y agilidad y el cultivo de la sabiduría y la virtud. Dicho en otras palabras:
la perfección de nuestro mensaje, la excelencia en la forma de comunicar y la
sinceridad de la comunicación, así como una mente abierta para escuchar, aceptar
los errores y aprender y adaptarnos al entorno.
Como
judoca que fui (y creo que siempre seré), recuerdo que me sorprendió que lo
primero que se aprende en Judo es a caer sin hacerse daño. La sabiduría
ancestral del Judo ya nos advierte que lo más que haremos en esta vida será
caer. Mejor saber cómo.
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