"It is not the answer that enlightens, but the question."
Eugene Ionesco.

martes, 18 de noviembre de 2014

No se lo pierdan (= esperanza a raudales)

En estos tiempos que nos está tocando vivir, en los que el hedor que desprende la vida pública (a razón de un nuevo escándalo por semana) parece invadirlo todo y donde, aquellos que han recibido el mandato de gestionar los recursos comunes se muestran aparentemente insensibles al sacrificio al que se está sometiendo a tantos ciudadanos,  lo  preocupante es que podamos dejarnos llevar por la indignación y comenzar a pensar que si todo el mundo va a lo suyo, por qué hemos de ser nosotros los últimos tontos.

El riesgo verdadero consiste en que el pueblo pierda la esperanza y renunciemos, poco a poco, a la solidaridad y a la confianza, que son los factores cruciales para el desarrollo de las organizaciones, de las naciones y, en general, de todos los grupos humanos.

Es en momentos tan oscuros como estos cuando más se agradecen ejemplos como los narrados en la maravillosa exposición que se puede disfrutar estos días en la Fundación Canal (calle Mateo Inurria, 2) en Madrid: “Caminos a la Escuela (18 historias de superación)”.

La muestra narra, a través de excelentes fotografías y textos explicativos, las emocionantes historias de niños que habitan en entornos hostiles y su aventura diaria para poder acudir a la escuela en la confianza (a veces casi utópica) de que se trata de su única opción de tener un futuro mejor.

Los protagonistas de estos durísimos pero maravillosos relatos, han de atravesar cada día zonas minadas, cercas de alambres de espino, ríos caudalosos, peligrosas selvas y hasta barrios conflictivos dominados por bandas armadas para poder disponer de algo tan básico (y a veces tan despreciado) como la educación. El ejemplo no solo lo aportan estos niños heroicos, sino también muchos adultos comprometidos que no dudan en arriesgar sus bienes y hasta sus vidas para aportar un poco de esperanza.

Si tienen una mínima oportunidad de ver esta exposición, no se la pierdan. Y si tienen hijos, llévenles a verla. No les defraudará. Les aseguro que es imposible no salir tocado por estos ejemplos sublimes de generosidad mayúscula y superación infinita.

Que nadie pierda aún la fe. Por muy duro que nos lo pongan algunos, la fuerza del espíritu humano es casi indestructible.

A las pruebas me remito.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El síndrome de Rumpelstiltskin (y otros vicios presupuestarios)

En el tradicional cuento alemán recogido por los Hermanos Grimm, un molinero fanfarrón decide presumir delante del rey afirmando que su hija es tan virtuosa que es capaz de hilar la paja y transformarla en oro. El rey, decidido a escarmentar al molinero mentiroso, manda encerrar a la desdichada joven en una mazmorra con un montón de paja, amenazando con matarla si, al amanecer, no ha conseguido transformar la paja en hilos del precioso metal. La pobre muchacha se pasa media noche llorando, consciente de lo que le espera al despuntar el día, pero como se trata de un cuento de hadas, no puede faltar un hecho prodigioso que cambia radicalmente el destino de la joven: se le aparecerá un duende mágico que acometerá el imposible trabajo a cambio de una repugnante contraprestación: llegado el momento, ella le entregará a su hijo primogénito.

Cuando llega esta época en el que las empresas están dando sus puntadas finales a los presupuestos del año que viene, siempre me ha llamado la atención el estado, escasamente estandarizado y regulado, en el que suele encontrarse este delicado y relevante proceso. En definitiva, el presupuesto es el documento básico para el establecimiento de la mayoría de los objetivos que nutrirán el sistema de dirección y control de la compañía durante el ejercicio.

Como comentábamos el año pasado en otro post, carecer de un presupuesto bien construido no solo es señal de una organización mal dirigida e infradesarrollada sino que es frecuente fuente de equívocos, déficits de control, desigualdades y desmotivación general. Si los objetivos no responden a la realidad, no son alcanzables o se superan inmediatamente, la organización pierde muchos enteros en cuanto a su capacidad para competir, crecer, o retener y motivar al personal clave.


El duende que convertía la paja en oro

Volviendo al cuento infantil con el que empezábamos, sólo el duende mágico es capaz de que se cumpla la absurda promesa del molinero fanfarrón, evitando la ejecución de la doncella. Como en la historia, uno de los vicios más nocivos de la fase presupuestaria, consiste precisamente en realizar previsiones presupuestarias tan alejadas de la realidad que sólo un prodigio podría tornar en realizables.

Bien está ser optimista (cuando hay que serlo) y que el presupuesto contenga una adecuada dosis de audacia, destinada a infundir la energía necesaria para que el esfuerzo colectivo esté bien dirigido hacia metas cada vez más altas. Esta cantidad de valentía, no obstante, debe estar bien argumentada, basada en información contrastable y sólo debe llegar hasta el límite de lo probable. Desde mi punto de vista, la inclusión en los presupuestos de prodigiosos milagros, no es otra cosa que una corruptela de la que siempre hay que sospechar y, desde luego, evitar, pues suele esconder fines poco edificantes.

En el cuento, la joven e inocente molinera se salva gracias a este imposible milagro producido por el duende y acaba casándose con el rey. Cuando da a luz a su primer hijo, el duende maligno se presenta a reclamar su tributo, pues las trampas siempre tienen un peaje. El simbolismo del cuento es realmente magnífico pues, al final, la joven madre puede recuperar a su vástago apostando de nuevo con el duende, en este caso a que es capaz de conocer su nombre secreto (Rumpelstiltskin). Es decir, todo vuelve a ser como debería cuando el conocimiento, la iluminación y la sabiduría, hacen de nuevo acto de presencia para equilibrar lo que la mentira y las artes oscuras habían trastornado.

Toda una reflexión en los tiempos que corren ¿no les parece?

martes, 4 de noviembre de 2014

El electricista inconformista (o cómo una estrategia de vídeo online puede cambiar su destino)

Ni grandes gurús extranjeros ofreciendo sus secretos de gestión, ni conceptos disruptivos acuñados en algún centro tecnológico internacional ni cambios revolucionarios de ningún intocable paradigma empresarial. La historia de negocios que voy a contar a continuación es muy sencilla y, sin embargo, creo que ejemplos así, resultan mucho más cercanos y aplicables para cualquier gestor o empresario que las últimas estrategias de Apple para capturar valor en el mercado global de la tecnología de consumo.


Esta es la modesta historia de Manuel, un electricista de Granada que se cansó un buen día de trabajar para otros por un sueldo mileurista y decidió montárselo por su cuenta, abriendo una pequeña tienda de instalaciones eléctricas. Hasta aquí, todo muy trivial: un negocio más de un profesional indiferenciado en una ciudad pequeña de Andalucía. Cualquiera pensaríamos que, si le da para sobrevivir (sobre todo, en medio de la crisis de los últimos años), ya puede considerarlo un éxito.

Pero Manuel no sólo es un buen técnico instalador, es una de esas personas a las que yo admiro enormemente por su enorme creatividad para explotar los recursos a los que tienen acceso. Como escuché una vez decir a Poli Rincón, aquel extraordinario futbolista bético de los 80: “no se trata de qué cartas te dé la vida, sino de cómo seas capaz de jugar las que te han tocado”.

Pues bien, lejos de quedarse detrás de su mostrador a esperar que los clientes vayan entrando en su modesta tienda, Manuel ha montado toda una estrategia online para dar a conocer lo que hace y cómo lo hace. Para ello, su empresa, DomoElectra, tiene un canal en Youtube con más de 25.000 suscriptores (se dice pronto). Algunos de sus vídeos, con títulos tan directos como “Cómo bajar la potencia contratada en el recibo de la luz”, acumulan más de ¡¡200.000 visionados!!

No es de extrañar que Manuel acuda frecuentemente a ofrecer sus consejos en cadenas de radio e, incluso, en Canal Sur. DomoElectra completa su presencia online con un blog, una app para teléfonos Android y es activo en Facebook, Twitter y Google +- Si entran en su web, podrán también acceder a su tienda de suministros online y comprar cualquier cosa dentro de un amplio abanico de productos electrónicos, que le será enviada a su casa con total comodidad.


Cómo diferenciarse con una estrategia de video online

DomoElectra ha conseguido convertirse en una empresa mucho más sólida, relevante e importante de lo que le hubiera correspondido por su tipo de negocio, capital invertido y localización geográfica: todas sus circunstancias indicaban que DomoElectra no sería otra cosa que otra tienda de barrio más; la visión y el empuje de Manuel y sus socios, junto con las decisiones correctas sobre cómo usar todo un universo de herramientas online a disposición de cualquiera, han conseguido que DomoElectra ahora sea capaz de vender en otras provincias y regiones toda una diversificada  cartera de productos, habiendo encontrado un posicionamiento competitivo muy atractivo y diferencial. Y todo con unos costes absolutamente asequibles para cualquiera.

En este mismo momento en el que escribo este post, casi cualquier negocio orientado hacia el consumidor (e incluso muchos B2b) que quiera diferenciarse de sus competidores, debería pensar en disponer de una adecuada estrategia de vídeo online. Ya no se trata solo de tener un perfil abierto en un par de redes sociales (es alarmante la cantidad de empresas que funcionan así, gestionando su comunicación online los fines de semana y abandonándolo varios meses al año o cuando el encargado “digital” abandona la empresa). No. Si de verdad se quieren resultados cuantificables, es necesario desarrollar una estrategia completa y sistemática.

Para ello, lo primero consiste en responder a una serie de cuestiones cruciales: cuál es el posicionamiento de la compañía o el negocio, cuál es su público objetivo, qué se quiere comunicar, cómo deber comunicarlo, cuándo debe hacerlo (la frecuencia y el momento de las publicaciones de vídeo online son fundamentales) y dónde (no sólo de Youtube vive el hombre). Todo ello, además, debe ser analizado a la luz de su mercado potencial, el posicionamiento de sus competidores y las mejores prácticas del mercado, así como la relación adecuada con sus clientes a través de las redes sociales.

Después, hay que trazar un plan serio y eficaz de gestión, con el fin de evitar precisamente, la tentación de abandonar la comunicación online a la primera de cambio (no hay nada que ofrezca peor imagen de una empresa que una web, un canal o una red social desatendida o abandonada). Como digo, implementar estas herramientas está al alcance de casi todos los bolsillos, y suele haber diferentes modelos de colaboración con los profesionales que se dedican  a estos menesteres. Para DomoElectra, por ejemplo, la gestión de sus vídeos en Youtube no tiene ningún coste fijo.


Ya no se trata de estar o no estar, sino “cómo” hacerlo de manera eficaz.

En muy poco tiempo, no habrá ninguna opción; el negocio que no esté presente online con una adecuada estrategia de vídeo, sencillamente habrá dejado de tener un escaparate en una de las calles comerciales más concurridas.

En el siguiente gráfico de MediaRadar, puede apreciarse el espectacular crecimiento, en tan solo un año, en el número de marcas que publican anuncios de vídeo online. Como puede verse, el crecimiento es un hecho en todos los sectores.




La publicidad online es solo la punta del iceberg  pero prueba la imparable tendencia a comunicar a través de este canal. Y como se demuestra en el caso de DomoElectra, la comunicación a través de vídeo online tiene muchas más opciones que el consabido emplazamiento publicitario.

Las cartas, como decía Rincón, han sido repartidas. La gran oportunidad consiste en el hecho de poder jugarlas, de haber sido invitado a la partida. Cualquiera que tenga un negocio, algo que comunicar o que vender, tiene una silla en este juego. Ahora es el momento de hacer las apuestas o, quizá, retirarse de la mesa.

miércoles, 29 de octubre de 2014

¿Quieren oportunidades? Pues aquí las hay (Vídeo digital: porque las reglas del juego siguen cambiando…)

Siento decepcionar a todos los nostálgicos de los tiempos no solo pasados sino presentes, porque esto no para (ni tiene pinta de que vaya a hacerlo). Y sí, es cierto: estar al cabo de la calle de todos los avances tecnológicos y su influencia en los hábitos de consumo, resulta casi tan difícil como estar actualizado en legislación tributaria (bueno, no tanto…). Por el contrario, para los creyentes de que la evolución es la principal fuente de riqueza y oportunidades: aquí vienen buenas noticias.

En el último estudio comparativo de vídeo digital que la compañía Adobe publica en Estados Unidos, queda bastante claro que, lejos de haber encontrado un marco estable y un modelo definido, parece que las formas de consumir televisión online (como por ejemplo, YOMVI de Canal +) siguen diversificándose a pasos agigantados.


En el anterior gráfico puede apreciarse como, en tan sólo un año, se ha disparado el consumo de TV Online a través de dispositivos móviles (tanto Android como iOs), consolas de videojuegos y OTT’s (como Apple TV, por ejemplo) en perjuicio de la forma tradicional de hacerlo: el navegador de internet, es decir, el ordenador portátil o de sobremesa.

Decir que lo móvil es el nuevo paradigma audiovisual  es, como decía el tango, un “periódico de ayer”, una realidad que ya no sorprende a nadie. Sin embargo, la popularización de las Smart TVs y de los sistemas OTT está devolviendo a una parte del público al sofá del cuarto de estar.

Continúa sin freno, por tanto, la diversificación de formas de consumo y de la oferta de contenidos. La segunda derivada de esto indica, sin género de dudas, que el valor de la forma de distribución de los contenidos (ya sea TDT, satélite, cable, etc…) seguirá erosionándose progresivamente.

De todo lo anterior ya se han dado cuenta hace tiempo los principales operadores de TV. A nadie debe sorprenderle, por tanto, que continúen incrementando progresivamente las inversiones destinadas a estar presentes en todos los dispositivos y formatos posibles con el fin de que la audiencia y los ingresos no se les escapen como agua entre los dedos de las manos.


Y aquel que tenga olfato para las oportunidades y ganas de aventuras, aquí tiene pinta de que puede encontrar un buen filón.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Tribo TV o la reinvención de la rueda...pero… ¿puede funcionar?

Que con la que ha caído estos años en el sector audiovisual tradicional sigan apareciendo aventureros dispuestos a dedicar su tiempo y su dinero a intentar redefinir el escenario de juego, resulta casi conmovedor (a la vez que sorprendente). Tal es el caso de TriboTV, el nuevo canal de televisión que ha comenzado a emitir en varias frecuencias locales de Madrid y a través de Euskaltel.

Lo cierto es que no se puede negar la originalidad (yo diría que casi bizarría) de la propuesta: se trata de un canal realizado a base de piezas de creadores amateurs que habitualmente cuelgan sus contenidos en la plataforma Youtube (los conocidos como “youtubers”). A primera vista, las imágenes sorprenden por la baja calidad de su realización, extraordinariamente lejos de los niveles que estamos acostumbrados a ver en un canal de televisión. En definitiva, no podemos olvidar que la mayoría de estas piezas están hechas con cámaras de aficionado en cualquier piso o garaje, con iluminación de circunstancias y audio de andar por casa. El quid de la cuestión es que casi todos estos “creadores” vienen acompañados por cientos de miles de seguidores que no se pierden ni uno de sus vídeos en Youtube.

Dicho así, esto de Tribo TV no parece ninguna mala idea. Se trata en realidad de “fusilar” el modelo de agregador de larga cola (long tail) que tan bien ha funcionado a Youtube: si los creadores me dan el contenido gratis (esto que en un canal tradicional es la principal fuente de coste), yo me dedico a emitirlo y a vender publicidad. El negocio parece servido. ¿O no?


Youtube killed TV star?

A pesar de todos los eslóganes rimbombantes  que se lanzan a diario sobre la muerte de la televisión tradicional, hay que reconocer que se trata de un muerto que aún goza de una salud envidiable, refrendada por sus millonarias audiencias y confirmada por la recuperación publicitaria que está experimentando en los últimos meses.

No obstante, y como era lógico, la explosión de internet ha ido poco a poco erosionado la atención casi exclusiva que los espectadores le prestaban antaño. Entre los públicos más jóvenes, lo de sentarse a ver la tele durante una o dos horas, sin ninguna otra ocupación, es ya cosa del pasado.

La llamada generación de los Millenials (aquellos que ahora están entre los 20 y los 35 años) supondrá el 75% de la fuerza laboral del mundo en el año 2025 (es decir, a la vuelta de la esquina) y, por tanto, tomarán las principales decisiones de consumo. Sus patrones de conducta a día de hoy no dejan lugar a dudas: de promedio pasan tres horas y media usando dispositivos móviles o computadoras, mientras que a la televisión tradicional sólo le dedican hora y media (lejos del consumo medio del conjunto de la población, que suele superar con creces las tres horas a nivel global). Además, dos tercios de los Millenials confiesan que cuando ven la televisión, realizan a la vez otras actividades, como participar en redes sociales.

Otro de los patrones protagonizados por este grupo de edad es el de la generación de sus propios contenidos: aproximadamente el 30% del tiempo que pasan online, lo dedican a crear su propio contenido, ya sean blogs, webs, reviews o vídeos. Con respecto a esto último, actualmente se suben a Youtube 13 millones de horas (el equivalente a unas 20 vidas) por mes

Con todas las cifras en la mano, sigo pensando que parece muy exagerado dar por muerta a la televisión tradicional, pero también resulta evidente que el grupo demográfico que copará los puestos de responsabilidad en una década, concede cada vez menos atención al medio televisivo.


Comprar en Zara o en la tienda de al lado

Es bien cierto que los negocios capaces de romper moldes y obtener rendimientos superiores a la media de sus industria son aquellos que consiguen redefinir alguna (o todas) las reglas del juego logrando así una ventaja competitiva sostenible. Los casos modernos son de sobra conocidos: Microsoft, Starbucks, Apple, Abercrombie, Google, Zara… Precisamente porque desafiar la ley de la gravedad está al alcance de pocos, aquel que lo consigue, vuela por encima de todos los demás.

Volviendo al caso de Tribo TV, hay que reconocer que la idea es curiosa: conscientes de que los anunciantes que quieren impactar adecuadamente a los Millenials (y a la generación que les sigue…) han de recurrir necesariamente a las redes sociales y empezar a hablar el lenguaje propio de estos grupos, los creadores de Tribo TV han pensado que por qué no volver a traer a ese público a la televisión con un canal hecho con los contenidos que les gustan (y aquí, lo más asimilable son los vídeos de Youtube). Además, esos contenidos son generados por la propia audiencia, con lo que se elimina la práctica totalidad del coste de programación. Una vez capturada esa audiencia, los anunciantes acudirán como moscas al panal de rica miel. Dicho así, parece redondo.

Pero intentemos analizar la propuesta con un ejemplo: imaginemos por un momento que no estamos hablando de televisión, sino de tiendas de moda. Haciendo una traslación, lo que un modelo como Tribo pretendería no es otra cosa que abrir una tienda al lado de un Zara para vender la misma ropa que vende Zara y al mismo precio. Usted, cliente habitual de Zara, decide probar un día en esta nueva tienda que parece tan buena idea (en definitiva ¿no es la ropa que a usted le gusta?). Sin embargo, pronto se da cuenta que, aunque se trata de la misma ropa, usted no puede elegirla sino que es el dependiente el que le vende la que a él le parece mejor, sin importarle siquiera su sexo o su talla. ¿Dónde acudirá usted la próxima vez que quiera comprar ropa de Zara?

El  gran éxito de Youtube es que es un negocio absoluto de long tail, donde el valor añadido está en la agregación masiva de contenido para poder servirlo individualmente en cualquier momento. Ni siquiera está en el propio contenido, que en su inmensa mayoría, es incapaz de competir en calidad con el que emiten las televisiones. Mientras que Youtube es un negocio de “muchos pocos”, es decir, de generar audiencias masivas con las pequeñas audiencias acumuladas de innumerables vídeos, la Televisión es uno de “pocos muchos”, es decir, de generar audiencias masivas con un único programa.


Otra vez la televisión local

Ya he comentado en este mismo blog en diferentes ocasiones el fracaso absoluto que supuso el lanzamiento de la televisión local en España. Recientemente se lanzó una propuesta local en Reino Unido (que también comentamos) y que parece que lleva un camino similar al español.

Hacer televisión es caro y existe una masa crítica de coste y de ingresos para que el negocio pueda funcionar y competir con la oferta existente. Tribo TV pretende generar una audiencia relevante, emitiendo a través de frecuencias locales y compitiendo no solo con una oferta televisiva multimillonaria sino contra Youtube. En el primer caso, sencillamente me parece que, sus contenidos son muy pobres para aparecer en este medio y resistir la comparación con cualquier programa tradicional. En el segundo caso, como hemos dicho antes, resulta difícil imaginar por qué alguien quiere ver lo que pone Tribo TV, cuando lo decida su programador, teniendo eso mismo en Youtube cuando quiera, y además miles de millones de horas más.


Particularmente, creo que Tribo TV es una de esas ideas que aparentan ser buenas en un powerpoint pero cuya materialización exitosa resulta poco verosímil. En cualquier caso, criticar las ideas de otro es mucho más fácil que tenerlas y ponerlas en práctica, así que desde aquí quiero manifestar todo mi respeto por esta iniciativa y mi deseo de equivocarme en el análisis que acabo de realizar. Aunque la verdad, me sorprendería.


viernes, 3 de octubre de 2014

¿Son improductivas las mujeres en edad fértil?

Vamos acostumbrándonos ya a que, cada cierto tiempo, algún personaje relevante acabe por expresar en público lo que muchos piensan y pocos se atreven a confesar: que contratar a una mujer en edad fértil es un riesgo para un empresario. ¿Pero qué hay de cierto en esto y cuál es el origen de esta línea de pensamiento?

En esta ocasión ha sido una mujer que además es empresaria. Y no una cualquiera, sino nada menos que la presidenta del Círculo de Empresarios, doña Mónica de Oriol, que a partir de ahora será criticada, vilipendiada y crucificada en los medios de comunicación tradicionales y en todas las redes sociales. Lo cierto es que ella se lo ha buscado: entiendo que a determinado nivel nadie da una conferencia para decir lo primero que se le pasa por la cabeza.

Dejando aparte la demagogia de nuevo cuño que Twitter se encargará de magnificar hasta límites insospechados, las declaraciones de la señora Oriol no son otra cosa que un síntoma de la grave enfermedad social que aqueja a este país y que, entre otras cosas, nos lleva a tener las tasas de natalidad más insostenibles del planeta. El sistema acabará reventando, como todos los actuarios saben, a menos que importemos inmigrantes de forma constante al estilo de los primeros años de este siglo. Pero para eso hace falta que se den determinadas condiciones de crecimiento difíciles de conseguir actualmente.


La dinámica demográfica española es económicamente insostenible
a menos que pongamos remedios a la raíz de los problemas

El origen de nuestros males, como de costumbre, no es uno solo sino más bien un nocivo coctel de circunstancias entre los que yo destacaría el horario laboral absurdo (sin parangón en Europa) y la escasez de ayudas reales y servicios sociales a las familias trabajadoras. Creo firmemente que no es cierto que ese tipo de gasto sea improductivo ni insostenible. Creo que a nadie se le escapa que si el porcentaje de los presupuestos públicos destinado a gastos suntuarios, proyectos irrealizables, propaganda y sobredimensión del sector público (por no hablar de corrupción), se destinara  al apoyo a los padres y madres trabajadoras (que no solo sacan el país adelante y pagan impuestos, sino que además fomentan que alguien pueda pagar nuestras pensiones el día de mañana), es muy probable que el peso que soportan sobre sus espaldas las mujeres que desean tener hijos y progresar profesionalmente, fuera mucho más liviano y, por tanto, no pusiera en riesgo su carrera. Además, se crearían unos cuantos puestos de trabajo, lo que tampoco nos viene mal.

Eso sería intentar atajar la raíz del mal, que entiendo que sería mucho más efectivo que seguir suministrando tratamientos paliativos que tan bonito lucen en los discursos y programas electorales. Me refiero a medidas como las cuotas femeninas o, como sugieren algunos, obligar a los hombres a compartir las bajas por maternidad a partes iguales. Por lo que a mí respecta, me encantaría ver un mundo donde si el consejo de administración de una sociedad está formado por un 100% de mujeres es porque son las más preparadas para esos puestos y si una familia decide repartirse la baja maternal, sea porque lo han decidido ellos mismos y no una ley intrusiva. Y si hablamos ya de cómo nuestros políticos pretenden mejorar nuestros erróneos hábitos horarios cambiando la hora del telediario, nos podemos hacer una idea de qué podemos esperar al respecto.

Mientras todo esto no se arregle, efectivamente, habrá muchos (y muchas) que piensen que contratar a madres, actuales o potenciales, es un lío para un empresario. Y lo peor es que lo pondrán en práctica de una u otra manera.

lunes, 15 de septiembre de 2014

¿2.500 millones de dólares por un videojuego que se pixela? (Microsoft compra Minecraft)

A mí, particularmente, me recuerda al Doom o al Wolfenstein 3D. Aquellos videojuegos de mátalos-a-todos (shoot-them-up) en perspectiva objetiva que jugábamos los chavales de hace 20 años (cómo pasa el tiempo). Si te acercabas demasiado a una pared o a un enemigo, se pixelaba la imagen una barbaridad, pero claro, eran juegos de hace dos décadas.

La verdad es que la primera vez que escuché hablar de Minecraft, pensé que se trataba de otro de esos juegos con diseño retro (ahora se dice vintage) que explotan la nostalgia de mi generación por las extintas máquinas de 8 bits que tan buenos ratos nos hicieron pasar. En definitiva una moda pasajera, un producto digital más de existencia efímera.

Pues no solo estaba yo equivocado sino que hoy, después de varias semanas de rumores, se ha hecho público que la todopoderosa Microsoft ha adquirido al desarrollador de Minecraft, la empresa sueca Mojang, por la escalofriante suma de 2.500 millones de dólares.

Todo comenzó en el año 2009 cuando el diseñador de videojuegos Markus Persson, alias Notch, abandonó su anterior empresa para montárselo por su cuenta. La jugada le ha salido bien, pero que no se equivoque nadie: las probabilidades de éxito que tiene hoy un programador de pegarla partiendo de la nada y sin que nadie le apoye son cercanas al cero absoluto. Y digo hoy, cuando estamos hablando que la producción de un videojuego top como Destiny ha costado la friolera de 300 millones de dólares. Es decir, se trata de un sector donde el músculo financiero comienza a pesar. Y mucho.

Pues bien, el señor Persson, ni corto ni perezoso, abandona su trabajo y se decide a lanzar un juego por su cuenta que, a simple vista, parece sacado de algún almacén de juegos obsoletos de hace décadas. Para los que no sepan ni de lo que hablo, resumo muy brevemente el argumento: en Minecraft el jugador toma control de un avatar que desembarca en un mundo virtual que puede ir modificando mediante la transformación de los recursos que puede recolectar. A partir de ahí, se pueden construir herramientas, edificios, vehículos, casi lo que uno imagine… En uno de los modos del juego, es preciso sobrevivir al ataque de peligrosas criaturas nocturnas. La interacción con otros usuarios es, evidentemente, imprescindible.

Con estos ingredientes (y a pesar del tosco aspecto del juego), más de 16 millones de personas lo han adquirido para sus PC y hay versiones para todo tipo de consolas y móviles. Las redes sociales y plataformas de vídeo, como Youtube, están inundadas de películas  que muestran acciones del juego o las construcciones y paisajes generados por los usuarios. Se rumorea que un país europeo ha financiado la construcción de una réplica de ¡todo el país! dentro de Minecraft.

Sin lugar a dudas, el juego ha sido (y sigue siendo) un exitazo extraordinario, pero qué duda cabe que 2.500 millones de dólares es una cantidad tan elevada que inmediatamente hace que surjan todo tipo de cuestiones. Quizá, la primera consiste en dilucidar si a Minecraft le queda recorrido (a los ritmos a los que caen mitos y se levantan nuevos golems actualmente), para poder recuperar una inversión como la llevada a cabo por Microsoft.

Otro de los aspectos curiosos de esta operación es que el fundador no continuará en la compañía. Y esto sí que es sorprendente para este tipo de transacciones, donde el valor de lo creado suele ser inferior a las expectativas que se tienen sobre su futuro. Y para construir ese futuro suele contarse con el talento de sus creadores. Si en este caso no es así puede significar que, o bien el papel que Persson podía jugar en ese futuro no se ha considerado importante o que Microsoft tiene unos planes para Minecraft que Persson no compartía, habiendo considerado el gigante del software que el valor de la franquicia es lo relevante aquí.

En cualquier caso, una de esas operaciones que marcan hitos en la historia de esta nueva era digital que vivimos. Apasionante.

jueves, 24 de julio de 2014

Populismo y medios de comunicación

En 1954 Juan Domingo Perón se encontraba en la mitad de su segundo mandato como Presidente de Argentina, para el que había sido reelegido con una aplastante mayoría absoluta. Para entonces, el movimiento Justicialista, que Perón había encarnado junto a su segunda y carismática esposa, Eva Duarte (Evita), fallecida en 1952 y ya transformada en indiscutible icono del mismo, había ya mostrado todas sus facetas, madurado sus frutos más notables y traicionado la mayoría de las grandes esperanzas de igualdad y progreso que la nación argentina había albergado.

Hacía apenas unos meses que el gobierno de Perón había promulgado la Ley de Radiodifusión, en la que categorizaba dicha actividad como de “interés público”. A continuación concedió las primeras licencias de radio y televisión. Y en aras de ese “interés público”, las concedió a empresarios afines al movimiento. Todo muy “igualitario” y “justo”.

El Justicialismo de Perón hundía sus raíces en el sindicalismo y su base de electores residía en las clases trabajadoras de aquel país en ebullición que era Argentina en los años cuarenta y cincuenta. Se trataba de un grupo social numeroso y forjado en las fábricas de la incipiente industrialización y en los grandes latifundios rurales, en un contexto en el que pesaba mucho el origen diverso de un país inmenso, hecho de inmigrantes de medio mundo, dominado por una élite cuasi-aristocrática y con profundas raíces católicas y ultraconservadoras. En definitiva, un caldo de cultivo en el que las crecientes diferencias sociales entre las oligarquías dominantes y el resto del pueblo dejaban al país al borde de la revolución a cada poco, como quedó demostrado por las numerosas asonadas y revueltas que se produjeron en aquellas décadas.

En ese contexto convulso, el discurso populista de Perón, sus promesas de igualdad y justicia social calaron profundamente, siempre acompañadas de una gran suerte, como la que encontró al casarse con la magnética Evita, una comunicadora excepcional que desarrolló una profundísima conexión emocional con el pueblo y cuya muerte temprana transformó en un mito de proporciones universales.

Eva Duarte, icono del peronismo
No se puede negar que el Gobierno de Perón trajo ciertas reformas sociales muy positivas y modernas (como la equiparación de derechos de la mujer con el hombre y el sufragio femenino), la mejora de las infraestructuras, el acceso a la educación (más discutible fue el adoctrinamiento que se implantó) o la mejora de las condiciones sanitarias. Pero a la vez, una política económica errática, equivocadamente proteccionista y que produjo una hiperinflación del sector público, así como el intervencionismo estatal en todos los aspectos de la vida y la merma de las libertades democráticas, sentaron las bases de una gran parte de los problemas que Argentina ha sufrido en los últimos sesenta años.

Y finalmente, como era de esperar (y como ya había ocurrido en la Italia fascista o en la Alemania de Hitler), no hubo ningún derribo de la casta dominante sino, como mucho, sustitución de algunas de sus cabezas por otras, pero que iban a gozar de los mismos o más privilegios que antaño, a costa (cómo no) de las clases trabajadoras. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol austral.

El encanto del populismo y sus causas

El irresistible atractivo de los movimientos populistas en determinados momentos de la Historia contemporánea ha venido teniendo aproximadamente los mismos factores desencadenantes: grandes desigualdades sociales fruto de profundas crisis económicas (como Alemania en el periodo de entreguerras) o desarrollos rápidos y asimétricos (caso argentino), desconexión entre el pueblo y la clase política, déficits democráticos y corrupción. ¿Les suena?

En momentos así, la sensación de injusticia social provocada por la constatación de las diferencias entre quienes lo están pasando mal y las élites dirigentes, se encuentra en máximos. En ese contexto, la respuesta emocional es inevitable y resulta inmediato que los desfavorecidos proyecten la culpa de lo que les pasa sobre los privilegiados (¿por qué unos gozan de tanto y otros tienen que conformarse con tan poco?). Cuando se dan estos ingredientes en las dosis necesarias, las recetas del populismo siempre prosperan. El populismo conecta inmediatamente con una necesidad no cubierta por otras propuestas políticas: la posibilidad de canalizar la rabia. Y para esto, nada más socorrido que encontrar un enemigo, un chivo expiatorio, un tótem que derribar. El primer problema del populismo es que es básicamente destructivo. El segundo problema es su simplicidad.

Aunque a pocos se les escapa, algunos no son plenamente conscientes de un hecho irrebatible: en el siglo XXI vivimos en una sociedad extraordinariamente compleja y tecnificada. Como todo sistema complejo, sus problemas profundos también lo son. Por consiguiente, cualquier solución de los mismos no puede ser sencilla. Sin embargo, los líderes populistas parecen tener una solución fácil para todo eso: si hay una “casta” privilegiada, se elimina. Si hay corrupción, se extirpa. Si hay privilegios, han de ser abolidos. ¿Quién no está de acuerdo con esto? Realmente, es difícil no estarlo (a menos que se pertenezca a alguno de esos grupos minoritarios convertidos en enemigos, claro).

El problema (habitualmente, la paradoja) se presenta cuando hay que pasar del eslogan fácil, de la píldora que todo el mundo se traga, a las soluciones concretas y aplicables. Ahí es cuando el populismo fracasa inexorablemente, como tantas veces ha demostrado la Historia (en la mayoría de las ocasiones con resultados catastróficos). Las medidas populistas se quedan habitualmente con la primera o más evidente de las consecuencias pero rara vez tienen en cuenta las implicaciones profundas de sus propuestas. Básicamente porque no son sencillas de explicar a la opinión pública y, por tanto, no se pueden capitalizar electoralmente.


El caso PODEMOS y el control estatal de los medios de comunicación

PODEMOS, una traducción más que literal del Yes we can
Mucho se ha escrito y hablado sobre el fulgurante ascenso de Pablo Iglesias y el partido PODEMOS (curioso el calco del Yes, we can de Obama, por cierto) en las últimas elecciones europeas, así que no añadiré nada en ese sentido. Intentaré ceñirme a algunas propuestas enunciadas por este partido relativas al sector de la comunicación.

El pasado día 3 de julio, diversos medios se hacían eco de las declaraciones de Pablo Iglesias publicadas en un libro de entrevistas del periodista Jacobo Rivero en el que el líder de PODEMOS, aboga por la implantación de unos “mecanismos de control público” de los medios de comunicación con el fin de que se “garantice la libertad de prensa (…), sin condicionantes de empresas privadas o de la voluntad de partidos políticos”, añadiendo que “la sociedad civil tiene que verse reflejada con independencia y veracidad”.

Hasta aquí, hay que reconocer que el mensaje no suena del todo mal (sobre todo para oídos no expertos). ¿Acaso hay alguien que no quiera que la sociedad se vea reflejada en los medios de comunicación con independencia y veracidad? Y si para ello hay que establecer unos ciertos “mecanismos de control”, parece razonable que estos sean públicos, evidentemente.

El periodista intenta a continuación hacer algo más luz sobre lo dicho por Iglesias, y este redondea su argumento asegurando que "no puede ser que algo tan importante, y de interés público, imprescindible para la democracia, como son los medios de comunicación, esté solo en manos de multimillonarios". Una vez más, el planteamiento que se hace parece irreprochable. ¿Quién, salvo una casta de privilegiados “multimillonarios”, puede no estar de acuerdo en que los medios de comunicación son imprescindibles para la democracia y de “interés público”?

Supongo que llegados a este punto, los siempre agudos lectores de este modesto blog se han dado cuenta del astuto juego de manos: otra vez el enemigo, la casta a quien culpar de todos los males (ahora los “multimillonarios”) y…, por cierto, ¿les suena lo del “interés público”? Efectivamente: los mismos argumentos con los que, hace más de medio siglo, se enardecía a las masas de descamisados argentinos.

Sobre cuáles han de ser esos controles, quién exactamente los ejercerían y en qué consistirían los criterios para su aplicación, no se pronuncia el señor Iglesias. Eso sí, con gran habilidad ha sido capaz de establecer una nueva diana sobre los propietarios de los medios de comunicación, deslizando que existe una falta de objetividad en los mismos que ha de ser corregida e insinuando un enriquecimiento excesivo de sus accionistas (si no, no serían “multimillonarios”). Brillante.

Tampoco aclara Pablo Iglesias a qué medios se refiere exactamente. Como profesional de este sector, conozco muchos medios de comunicación que no pertenecen a ningún millonario, sino a esforzados empresarios a los que cada vez les cuesta más llevar adelante su negocio. Es posible que el líder de PODEMOS se esté refiriendo a las televisiones privadas, que han sufrido recientemente un proceso de concentración sectorial muy relevante (Antena 3 se fusionó con La Sexta y Telecinco con Cuatro) a raíz del cual han pasado a aglutinar alrededor de un 60% de la audiencia. En ambos casos, se trata de grupos empresariales controlados por otros grupos editoriales (Planeta en el caso de Atresmedia y Mediaset en el de Mediaset España) y cotizados en Bolsa. Que algunos de sus accionistas sean o no multimillonarios (lo lógico es que lo sean, por cierto, dada la intensidad de capital implicada en estos negocios) no me parece argumento de peso alguno para deducir la existencia de algún perjuicio para la sociedad. Es más, dudo que nadie sea capaz de encontrar, en cualquier país del mundo desarrollado, alguna cadena de televisión privada relevante que no esté controlada por importantes capitalistas. Al menos, yo no las conozco.

Pero analicemos otra insinuación del mismo texto: si no puede ser que algo tan importante como los medios de comunicación esté solo en manos de esa teórica oligarquía, solo caben dos posibilidades. Posibilidad A: deben existir medios que no pertenezcan a “multimillonarios”. Posibilidad B: ningún medio puede estar controlado por esta élite. Y, honestamente, no se me ocurren más.

En el primer caso, la solución pasaría por fomentar un reparto del accionariado de los medios entre personas que pudieran acreditar no ser multimillonarios (ni querer serlo). No sería muy difícil que se presentaran cientos de miles, si no millones, de voluntarios. El problema llegaría cuando hiciera falta poner dinero (sí señor, en el capitalismo, los accionistas arriesgan su dinero) o les hiciera falta vender sus acciones para “tapar cualquier agujero”, como nos pasa de vez en cuando a los que no somos potentados. ¿Qué pasaría entonces? ¿Quién compraría esas acciones? En última instancia, sería imposible limitar mucho tiempo la acumulación de capital en manos de unos pocos (esto ya se experimentó en la Rusia de los años 90 con la privatización de las empresas públicas mediante el reparto de títulos a toda la población y el resultado fue precisamente el indicado aquí). Para evitar esto, la única posibilidad es que dichos medios pasen a ser de titularidad exclusivamente pública. Es decir, del Gobierno. Pero eso, como todos saben, no es una solución sino un problema aún mayor y, finalmente, una merma absoluta de pluralismo y libertad de prensa.

La posibilidad B, es decir, evitar que los medios puedan ser controlados por la élite a la que Pablo Iglesias señala, sólo tiene un nombre: expropiación. Pero cuando algo se expropia, pasa a ser de titularidad pública, con lo que volvemos a la casilla de salida.

No me extenderé sobre los efectos que la expropiación arbitraria de cualquier empresa puede llegar a tener sobre la confianza de los inversores, la seguridad jurídica y, por ende, la economía nacional. Sólo tenemos que fijarnos en lo bien que les va a los argentinos y a los venezolanos de hoy día, donde estas cosas pasan un día sí y otro también. En definitiva, si un inversor intuye que puede ser privado de su patrimonio en cualquier momento, sencillamente se llevará su dinero a otro lugar que le ofrezca mejores garantías. La consecuencia es que la empresa que hubiera recibido su capital no podrá acometer las inversiones previstas, perderá competitividad y, finalmente, tendrá que despedir a sus empleados y cerrar. Más paro y más pobreza.

Desafortunadamente, PODEMOS no aporta ninguna solución real y aplicable para fomentar el pluralismo y la objetividad en los medios de comunicación. Muy al contrario, las consecuencias de llevar a la práctica sus eslóganes populistas podrían tener consecuencias bastante nocivas para este sector, para la economía del país y, por ende, para las libertades democráticas.

En su último discurso público, Eva Duarte de Perón pronunció una frase que sintetiza a la perfección las esencias del populismo: “la felicidad de un solo descamisado vale más que mi vida”. Muy emotivo.

Pero también, carente de sentido práctico y completamente estéril.


lunes, 7 de julio de 2014

Gowex: una explicación asombrosa

La pregunta que se hace todo el mundo desde que saltó el escándalo es inmediata: ¿cómo es posible que se haya producido un engaño masivo como el de GOWEX? Que este fraude haya pasado desapercibido durante muchos años a reguladores, analistas, auditores, empleados y, en general, a la comunidad financiera, no deja de ser ciertamente asombroso.

Como en una buena película de tramas financieras a lo Gordon Gekko, el caso GOWEX ha tenido un desenlace sorprendente, de esos en los que nada es lo que parece. Los guionistas cinematográficos lo tendrían fácil con estos ingredientes: una empresa tecnológica de éxito fulgurante, un  emprendedor llamado a convertirse en leyenda en un país necesitado de referencias, un nuevo y moderno mercado de valores alternativos, inversores y analistas internacionales por doquier y unos malvados especuladores que propagan noticias “falsas” para enriquecerse. En definitiva, todos los mimbres para hilar una buena intriga financiera: ambiciones, poder, dinero, traiciones y un inesperado giro final, para dejarnos a todos agarrados a las butacas cuando saltan los títulos de crédito.

Lamentablemente, no se trata de una ficción. Mucha gente ha perdido (y va a perder) mucho dinero en esta estafa: accionistas que verán volatilizarse sus ahorros, trabajadores que se quedarán sin puesto de trabajo y acreedores que nunca cobrarán sus deudas son sólo la punta del iceberg. Porque cuando un fraude como este sucede, pone en jaque a todo el sistema: reguladores que no vigilaron lo suficiente, auditores que certificaron las falsedades, asesores que recomendaron a sus clientes invertir en el valor, organismos que prestaron fondos públicos y concedieron subvenciones que pagaremos los contribuyentes, compañías que verán evaporarse sus expectativas de atraer nuevos inversores por la cuarentena a la que les someterá la comunidad inversora, etc… En definitiva, un ataque al centro del modelo económico capitalista: la confianza.

Y es que el capitalismo funciona así. Usted tiene su dinero en el banco porque cree que, si lo necesita, lo podrá sacar inmediatamente. Es decir, confía en la solvencia del banco depositario aunque no haya realizado ningún análisis financiero de su situación (lo que se conoce como due diligence). Cuando usted deja su dinero en el banco confía en que el regulador del sistema (el Banco de España), las autoridades y los auditores han hecho bien su trabajo.

De la misma manera, cuando un inversor deposita su dinero en un producto determinado (acciones, bonos, etc…), lo hace confiando en una serie de circunstancias. El inversor asume un determinado riesgo y espera ser retribuido con una rentabilidad estimada. En el peor de los casos, si el negocio va mal, perderá su inversión, pero es absolutamente necesario comprender que lo que el inversor asume como riesgo es que el negocio pueda “ir mal”, pero confía en que la información que se le da para tomar su decisión de invertir o no en ese producto sea, cuando menos, cierta. Esa es la premisa fundamental del sistema y si eso falla, no hay manera ninguna de poder adoptar decisiones de inversión. Es como si tuviéramos que andar a ciegas por el borde de un precipicio, sin saber si el siguiente paso será en firme o nos precipitaremos al vacío.

Para los que no lo han seguido de cerca, podemos resumir este caso brévemente: GOWEX es una compañía que ha tenido un crecimiento espectacular de su facturación y resultados en los últimos años. Creada por Jenaro García en 1999, la empresa ha impulsado un negocio basado en explotar una red wifi de acceso público, gratuita o con un coste en apariencia muy interesante para el usuario. En 2010, la compañía salió a cotizar al mercado alternativo bursátil (MAB) y, desde entonces, ha sido la estrella de este segmento destinado a empresas pequeñas y medianas en expansión, llegando a tener una capitalización bursátil de más de 2.000 millones de euros, casi para ingresar en el IBEX 35.

El pasado día 1 de Julio, una desconocida firma de análisis (que no es tal, como luego explicaremos; aquí nada es lo que parece) llamada Gotham City Research, emitió un incendiario informe sobre GOWEX en la que opinaba que el valor de la acción era cero, a la vez que aseguraba que el 90% de los ingresos de la compañía eran inexistentes. Es decir, tachaba a GOWEX de fraude sin ningún matiz.  A pesar de ser unos desconocidos (y esto es muy sorprendente), los de Gotham provocaron un tsunami de ventas que finalizó el pasado jueves 3 de julio con la suspensión de cotización de los títulos de GOWEX tras perder la friolera de un 70% de su valor en sólo dos sesiones. A todo esto, lo más asombroso de todo (para mí especialmente, como profesional de las relaciones con inversores) era la falta casi absoluta de reacción por parte de la compañía para atajar con contundencia las aseveraciones de Gotham. En todos estos días, se ha sucedido la publicación de varios hechos “relevantes” (por llamarlos por su nombre técnico…) donde la compañía se limitaba a decir que todo era falso y que estaba preparando una contestación, mientras inversores, analistas y otros interesados seguían mesándose los cabellos sin comprender el porqué de semejante apatía en la gestión de la información financiera.

Llegados a este punto, y a pesar de que la aparente negligencia de GOWEX no hacía más que incrementar la incertidumbre, la opinión casi generalizada en el mundo financiero era que, si bien la compañía ha sido siempre bastante opaca en sus comunicaciones, todo esto no era más que un ataque de un especulador (Gotham) con el único fin de extraer beneficios del derrumbamiento de los precios de la acción de GOWEX.

Esta opinión estaba basada en el hecho de que Gotham no es realmente una casa de análisis propiedad de un bróker, que no deja de ser un intermediario que aconseja diferentes inversiones a sus clientes con el objetivo de obtener comisiones por gestionar las transacciones que estos realicen pero que, en definitiva, es neutral ante lo que pase pues no es un inversor final. Al contrario, se decía (y es cierto), Gotham es un inversor de posiciones cortas (o shorts, es decir,  que gana cuando los precios bajan) y que intenta influir con sus opiniones haciéndose pasar por un analista neutral. Esto último no es ya tan cierto, pues Gotham aclara su perfil real en su web de manera cristalina, aunque es verdad que es un hecho extraordinario y muy sospechoso, que un inversor con carácter especulativo se “vista” de analista, cuando todo el mundo sabe que sus opiniones son interesadas.

En contra de las opiniones de Gotham se alzaban todas las voces de los analistas “de verdad”, casas de renombre internacional, que recomendaban la compra de los títulos de GOWEX y le asignaban valores millonarios. La pregunta, una vez más, resulta inmediata: ¿cómo es posible que una desconocida firma, asociada a un especulador interesado, tenga más peso en las decisiones de inversión que el conjunto de las mejores casas de análisis, aparentemente neutrales? La respuesta a tan difícil pregunta, que en un primer momento se asoció a la capacidad para sembrar el pánico mediante informaciones falsas por parte de una firma “troll”, ha resultado tener una explicación mucho más inesperada pero enormemente más verosímil (tras la sorprendente confesión de Jenaro García): el mercado sabía que GOWEX era un fraude.

Lo sabía (o lo intuía y estaba dispuesto a obrar en consecuencia, lo que a efectos prácticos, es lo mismo). Sabía que aquella orgía acabaría con la policía llamando a la puerta y tomando los datos a los que quedaran dentro. Pero nadie se quería perder la fiesta y casi todos esperaban a que sonara el primer aldabonazo para salir corriendo por alguna ventana. Y si no ¿por qué creer la sarta de afirmaciones indemostrables que publicaban unos indocumentados contra la opinión general de los analistas, los auditores, el regulador y la propia compañía?

Lo mismo que cuando un ladrón nos roba, el culpable es el maleante y no la víctima, por muy despistada que anduviera por barrios de mala nota, aquí los únicos responsables del fraude son aquellos que han falseado las cuentas y no los que depositaron su confianza en las mismas (por mucho que se olieran la pescadilla y vivieran confortables en la negación). Y sin embargo, que nadie se engañe: cuando esto sucede es el sistema, con todos sus controles y su parafernalia bien retribuida (muy bien retribuida, por cierto), el que ha fracasado. Sin paliativos.

Otra lectura secundaria que podemos hacer es la de la facilidad con la que vivimos confortables con aquello en lo que queremos creer. Y sin embargo, lo sano que es plantearse las cosas sin prejuicios: ni todos los especuladores son malvados, ni la inversión a corto (shorts) es especialmente nociva, ni los fondos buitre son otra cosa que un agente que aporta liquidez al sistema y “recicla” la basura que genera el mismo, ni son verdades inamovibles muchas otras razones que asumimos como axiomas sólo porque nos machaquen con ellos cada día. En este caso, el “malo” ha acabado haciéndonos un gran favor a todos y el “bueno” ha resultado ser un impostor de rostro de pétreo y sospechoso de padecer una psicopatía. Que nos sirva de lección.

El caso de GOWEX no ha sido el primero ni el último caso de fraude que veremos, desgraciadamente. El engaño es parte de la naturaleza humana y, si bien es necesario cerrar bien las puertas y poner cerrojos y alarmas para que no se cuelen indeseables por los resquicios, ningún sistema es o será, jamás, infalible. Eso sí, es el momento de hacer examen de conciencia (lo que en aviación llaman crash test), identificar exactamente aquello qué ha fallado en esta ocasión y poner los remedios necesarios. Está en juego la confianza.

Sólo eso.

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(*) NOTA ACLARATORIA: dado que algunos lectores me han señalado, con razón, que se puede estar generando algún tipo de equívoco con la terminología usada en este post, me interesa mucho aclarar que cuando aquí me refiero al "mercado" entiendo como tal al consenso general de los inversores y la comunidad financiera, en ningún caso a la totalidad de los mismos ni  tampoco al Mercado Alternativo Bursátil (MAB).

martes, 1 de julio de 2014

El Cine en la encrucijada

Hacia la mitad de los alegres años 20 del pasado siglo, Marcus Loew poseía uno de los mayores circuitos de salas cinematográficas de los Estados Unidos. Aquellos eran cines primigenios, de películas mudas y pianista en la sala, pero administrar más de 150 de aquellos locales de la diversión de moda en América era disponer de una auténtica máquina de hacer dinero.  Curiosamente, su principal problema no era, como ahora, la piratería, las ofertas de ocio sustitutivas ni las plataformas OTT, sino el acceso a una provisión continua y eficiente de novedades para exhibir.

Con el fin de asegurarse este flujo de producción, Marcus Loew decidió adquirir una productora llamada Metro Pictures Corporation. A esta compra le siguieron otras dos: Goldwyn Pictures y Louis B. Mayer Pictures, en lo que constituyó el primer gran proceso de integración vertical de la naciente industria cinematográfica. Nacía así el estudio llamado a ser el dominante en el Hollywood dorado de los años 40 y 50: la Metro Goldwyn Mayer.

El razonamiento estratégico detrás de estas operaciones es fácil de descubrir: si Loew era capaz de optimizar su ciclo de exhibición con un adecuado flujo de películas atractivas y en constante renovación, conseguiría tener los cines llenos más tiempo. Y a mayor volumen de entradas vendidas, más dinero para producir películas más caras y atractivas para los mismos cines. En definitiva, se trataba de construir una ventaja competitiva sostenible.

Tanto fue así que en 1925, la Metro estrenó una película mítica (y también la más cara jamás producida hasta entonces), cuyo éxito sin precedentes convertiría a la compañía en el mayor estudio de Hollywood. La cinta no era otra que Ben-Hur (no la de Charlton Heston que todos recordamos, sino la versión muda, con la estrella de aquellos tiempos, Ramón Novarro). La estrategia de sinergias verticales resultó tan efectiva que no sólo se cumplieron los objetivos de Loew de disponer de una corriente permanente de títulos sino que el liderazgo de la Metro como productora duró más de tres décadas.

Todos los años, por estas fechas, se publican los datos de las cuotas del cine español, europeo y norteamericano correspondientes al ejercicio anterior. Con ciertas variaciones, comprobamos año tras año que el cine producido en los Estados Unidos sigue dominando el mercado con porciones de la tarta cercanas al 70% en el conjunto de la Unión Europea. El Observatorio Audiovisual Europeo ha publicado recientemente unas interesantísimas estadísticas que muestran este dominio, un año más.


A nadie debería sorprender esto. En realidad no está basado en otra cosa que en lo que Mr. Loew descubrió y aplicó ya con éxito en 1924: el cine es un negocio de volumen, donde el tamaño del mercado y la capacidad financiera son absolutamente claves. Y si no, contemplen la siguiente tabla, que contiene un listado de los principales títulos exhibidos en Europa en 2013 y las entradas que vendieron: entre las 20 primeras, no encontramos ninguna sin participación estadounidense y, la primera liderada por un país europeo está en el puesto 18.



Por otra parte (como se aprecia en la tabla siguiente) podemos comprobar que los primeros títulos americanos atraen aproximadamente tres veces más espectadores que los europeos. Y esto sólo son los datos de nuestro mercado. Si sumamos las recaudaciones del norteamericano y las del resto del mundo, podemos entender la distancia a la que se sitúa la industria estadounidense de la europea.



Se ha hablado mucho de la indiferencia del público español hacia las películas nacionales y la falta de orientación comercial de los productores españoles provocado por un sistema de subvenciones y ayudas equivocado y poco estimulante. Si bien estoy de acuerdo a grandes rasgos con estas ideas y creo que es necesario reformular completamente el esquema financiero y fiscal de la producción cinematográfica española, no debemos cegarnos ante la realidad del mercado, que no es otra que la absoluta desproporción de fuerzas con el competidor americano.


Aunque, particularmente, la llamada “cultura de la subvención” me agrada bastante poco (tanto como contribuyente como economista), pensar que se podrían hacer muchas películas en Europa y en España sin algún tipo de ayuda para equilibrar, aunque sea un poco, las enormes desventajas frente a la industria estadounidense, sería pecar de iluso. Sin entrar en polémicas sobre los últimos anuncios de reforma en este campo, tachados de insuficientes por los productores, creo que en las manos de los poderes públicos está proponer un sistema eficiente y competitivo pero que obligue a los que quieran ser productores a jugarse algo en la aventura. No sé si todo el cine que se haga será cultura con mayúsculas o con minúsculas pero entiendo igual de mal el hecho de que se pueda ser productor sin arriesgar nada en el intento (como ha venido ocurriendo demasiadas veces durante los últimos años), que empujar a un país como este a prescindir de hacer películas de cine.